En el artículo de Justo Barranco en La Vanguardia (29/03/2019), titulado "LLega la happycracia o la obligación de ser feliz", la socióloga Eva Illouz y el psicólogo Edgar Cabanas responden a las cuestiones planteadas en su reciente libro Happycracia (Paidós). Cabanas denuncia que en el terreno ideológico la psicología positiva se trata de una psicología conservadora:
“Propone que las soluciones a problemas estructurales tienen soluciones individuales. Pero los trabajadores que viven en un estrés constante no lo tienen porque no gestionen bien sus emociones, es que la situación laboral es precaria, insegura y muy competitiva”. Justamente por eso esta psicología positiva ha entrado con fuerza en la empresa y la educación. “En las empresas obligan a pasar cursos de resiliencia y mindfulness para aprender que eres tú el que ha de encontrar la forma de estar mejor en el trabajo, de eso depende la productividad. Y en la educación se dice que el objetivo es hacer que los alumnos sean felices. Habría que ver qué tipo de ciudadano queremos construir. Crítico y centrado en el conocimiento del mundo o un alumno emocional centrado en el conocimiento de sí mismo. Es complicado que la psicología en vez de ser una herramienta pase a dictar lo que debe ser la educación”.
Esta noción de felicidad, apuntan Illouz y Cabanas, está “al servicio de los valores impuestos por la revolución cultural neoliberal”: no hay problemas sociales estructurales sino deficiencias psicológicas individuales. Riqueza y pobreza, éxito y fracaso, salud y enfermedad, son fruto de nuestros propios actos. Por ello habría que cuestionar esta noción de felicidad de la psicología positiva: "Hay valores más importantes: la buena vida es justa, solidaria, íntegra, comprometida con la verdad. No es estar preocupados por nosotros mismos todo el tiempo”.
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