martes, 17 de septiembre de 2019

Sobre formación para el trabajo, emprendedores, la "aspiración de la excelencia" y el "espíritu de sacrificio"


Revisando este viejo artículo de Rafael Sánchez Ferlosio ("Valor añadido", El País, 27 de mayo de 2012), he encontrado interesantes reflexiones sobre la importancia de la "formación" para el puesto de trabajo, el neolenguaje empresarial y la valoración del esfuerzo y el sacrificio, cuestiones que también afectan a nuestros centros educativos. Os dejo con algunos fragmentos de las reflexiones de Sánchez Ferlosio:
En un cuadernillo del diario ABC, con el título “Dossier Universitario”, aparecen diversos artículos sobre la elección de carrera y su relación con un futuro puesto de trabajo. En la página 4, aparece un artículo titulado “La oferta de empleo los prefiere universitarios”, en el que opinan varios expertos… Uno de estos expertos afirma lo siguiente: “El título universitario [cursiva mía] no solo sirve, sino que es fundamental para el acceso a puestos de media o alta cualificación (...) Las compañías valoran enormemente el esfuerzo y sacrificio que es necesario para completar unos estudios universitarios, por lo que son un valor añadido aunque no estén directamente relacionados con el puesto’ [cursiva mía]”. Pero ahí algunos podrían preguntarse qué o quiénes son “las compañías”. Por el predicado sabemos que se trata de alguien que “da trabajo”. Yo no sé si será por maligna suspicacia, pero a mí me parece un eufemismo para no poner “empresas” o “empresario”, porque estas palabras no tienen buena prensa en castellano. Tan es así, que, por envidia a italianos y franceses, que dicen imprenditore y entrepreneur, se han sacado de la manga hace unos años el derivado equivalente de “emprender” en castellano: “emprendedor”; les debe de parecer como más digno, por más activo —menos hereditario—, más responsable… Sin embargo, podría ser también que, con las constantes reformas que impone el adaptarse a estos tiempos tan cambiantes, donde la palabra “asignatura” ha tenido que transfigurarse en “crédito”, análoga necesidad haya obligado a sustituir “empresa” por “compañía”. Lo único que habría que averiguar es hasta qué punto es cierto que los tiempos cambian o no es más cierto que los cambios tiempan.
Causa de gran extrañeza en lo transcrito es lo mucho que las compañías valoran “el esfuerzo y sacrificio” que se necesita para acabar una carrera, ¿por qué pasarlo tan mal? (…) Se supone una total falta de interés, de afición por enterarse de las cosas, de gusto por saberlas (…). El esfuerzo y el sacrificio son virtudes que aparecen, junto a otras no menos detestables, en toda apología del deporte: “afán de superación”, “aspiración a la excelencia”, “espíritu de sacrificio”, “capacidad de esfuerzo”...
Sin embargo, la extrañeza ante la afirmación de que las compañías valoren tanto el esfuerzo y sacrificio, se redobla al leer las palabras que la glosan: “son un valor añadido aunque no estén relacionados con el puesto”. Al jefe de la compañía no le importaba nada ni el esfuerzo ni el sacrificio por sí mismos, sino solo por la docilidad en el empleo que pudieran comportar.

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