La Selectividad, que venimos analizando en otras entradas de este blog, fue uno más de los elementos restrictivos (junto con la subida de tasas académicas, la supresión de los exámenes de febrero, los alumnos libres o el establecimiento de numerus clausus), que ya desde finales de la dictadura franquista impusieron las clases dominantes de nuestro país para frenar la creciente "masificación" universitaria, es decir, lo que desde su perspectiva de clase se entendía como la inasumible transformación desde una universidad de elites hacia una "universidad de masas" (o en términos menos clasistas, una universidad más popular).
Las protestas contra la Selectividad dentro del movimiento estudiantil arrancaron, como vimos, con la aprobación en 1974 de la Ley de Selectividad, y continuarían durante la Transición, durante la cual se planteó la búsqueda de alternativas democráticas al viejo sistema educativo de la dictadura. Junto las luchas antiselectivas, se desarrollaron durante esos años luchas corporativas (sobre planes de estudio, demanda de infraestructuras adecuadas) o de reformas institucionales (gestión democrática, estatutos o autonomía de los centros).
Los últimos años de la transición fueron de una fuerte
contestación estudiantil contra la Ley de Autonomía Universitaria y el
Estatuto de Centros Docentes, un freno a los proyectos de alternativas
democráticas impuesto por la política conservadora del gobierno de UCD.
La llegada del PSOE al gobierno no reduciría los conflictos, y junto a
la oposición a la temprana Ley de Reforma Universitaria, aparece un
fuerte movimiento de protesta en las enseñanzas medias, especialmente
durante el curso 1986-1987, donde entre otras reclamaciones se
reivindica la supresión de la selectividad y los numerus clausus,
la congelación de las tasas académicas y su progresiva disminución, el
aumento de las becas y, en general, el incremento de los presupuestos
generales del Estado dedicados a la educación. Conviene recordar que
desde 1975 a 1986 se incrementó en un 76% el número de alumnos en
secundaria, en un contexto de políticas neoliberales de recorte del
gasto público, y con altas tasas de paro juvenil que hacían de la
enseñanza media y universitaria una estrategia, el único capital para
intentar salir de la exclusión. La actitud del gobierno socialista que
se negaría durante mucho tiempo a recibir a los estudiantes y dialogar
con ellos, y que ordenó reprimir brutalmente algunas de las
manifestaciones convocadas, acentuó y prolongó durante mes y medio la
protesta. Este movimiento estudiantil nutriría los movimientos sociales
de la época, como se reflejó en su participación en la campaña contra la
entrada de España en la OTAN, tras la vergonzosa reconversión
ideológica de los líderes del PSOE.
Nota: para estas líneas he utilizado algunas ideas del artículo de
Carlos Vaquero "El movimiento estudiantil universitario", aparecido en
la revista Mientras Tanto (nº 91-92, 2004, pp. 155-176).
A continuación, la información aparecida en el telediario de la 1 acerca de las movilizaciones estudiantiles de 1987.
La corta
popularidad de Jon Manteca, utilizado durante un breve tiempo por los
medios de comunicación como reflejo de la violencia sin sentido
"antisistema", fue "resignificada" sin embargo por grupos de jóvenes
como "respuesta reflejo" a la violencia policial, o como imagen de la
frágil y precaria (con "muletas"), pero escurridiza lucha contra la
resignación, frente a la situación de exclusión de muchos jóvenes
españoles. Y ello representado a través de la destrucción de ese letrero
de la estación de metro "Banco de España".
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