En 2010 se publicó un informe titulado "Fracaso y abandono escolar en España",
dirigido por el sociólogo M. Fernández Enguita. En él se intentaba
explicar la elevada tasa de abandono escolar en nuestro país con
respecto a Europa (31,2%), una tasa que parece estancada desde hace una
década. El informe señala la influencia de factores externos como el
género, origen étnico y estatus socio-económico y educativo de los
padres. Pero denuncia también el carácter excesivamente rígido de
nuestro sistema educativo, con problemas estructurales importantes, como
el acceso a la Formación Profesional (negado a quienes no consiguen el
título de E.S.O.), las dificultades para compaginar trabajo y estudio,
el frecuente recurso a la repetición de curso y la falta de flexibilidad
en la consecución de títulos. Defectos que también ha denunciado hace
poco un estudio de la Fundación 1º de Mayo de C.C.O.O.
Otro aspecto polémico es el debate sobre la formación del profesorado y su incidencia en la mejora de la escuela. Como han señalado los componentes del Proyecto Nebraska de Fedicaria ("Más allá de lo obvio", Cuadernos de Pedagogía, setiembre 2010, pp, 90-91),
(La formación inicial y permanente del profesorado) "ha sufrido en los últimos quince años un vertiginoso e irreversible proceso de mercantilización, privatización e insolvencia intelectual. Quien haya tenido ocasión de conocer de visu los abultados expedientes con que los aspirantes a ingresar en el cuerpo de profesores de secundaria comparecen a los procesos de concurso-oposición sabrá de lo que estamos hablando. La Declaración de Bolonia y las políticas de formación del profesorado en la Unión Europea pivotan sobre la idea del docente dúctil y flexible (como el sujeto del aprendizaje constructivista) adornado de múltiples competencias que han de conseguirse e incrementarse mediante un proceso de aprendizaje sin fin. Todo ello está muy a tono con las formas de organización del trabajo postfordista..., permite legitimar la falacia del lifelong learning. Se impone así una lógica importada de la gestión empresarial que encuentra en la evaluación, como instrumento de medición de la productividad, una fórmula cualitativa de explotación del trabajo, en consonancia con las formas más refinadas de legitimación y autosometimiento inherentes a las sociedades de control de nuestro tiempo".
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