domingo, 29 de enero de 2012

El alumno Bartleby

El derecho del alumnado a no estudiar, no querer leer, no copiar...
¿Debemos enfadarnos los profesores, soltar riñas interminables?

Como el personaje del relato de H. Melville, el alumno o la alumna piensa ante nuestras tareas (aunque no se atreve a decirlo):
                 "Preferiría no hacerlo".
Esa es la frase que el escribiente Bartleby comenzó a repetir, a partir de un momento dado, cada vez que su jefe le ordenaba algo. Algo que desesperaba a este último. Tras meses de constante y devota entrega a su trabajo, Bartleby anunciaba un buen día: "He dejado de copiar". Y se marchó.
Y la inicial ira de su jefe se iba amortiguando cuando observaba en Bartleby, por otro lado, la "constancia, su carencia de todo vicio, su incesante laboriosidad (excepto cuando optaba por dejarse llevar de una larga ensoñación tras su biombo), su gran silencio, la inalterabilidad de su conducta en cualquier circunstancia". La firmeza serena de Bartleby ante las órdenes de su jefe parecen conducir en el relato a una situación sin salida, en la que no se alcanza del todo a entender el sentido de su actitud.

Esto me recuerda a un compañero con el que compartí residencia de estudiante hace ya muchos años, y que, como yo, había dejado muy lejos a su familia y amigos. Aunque parecía el más alegre de la habitación, un día decidió no levantarse de la cama para ir a clase, y pese a los intentos de convencerlo, hubo que llamar a su familia para que vinieran a recogerlo. Recuerdo que, aunque intentaron ocultárnoslo, nos enteramos, y desde ese momento sentí cierta admiración por su determinación; y cierto miedo, he de confesar, a que su desesperanza también me alcanzara.