lunes, 12 de septiembre de 2011

Primer Claustro

Hoy ha sido el primer claustro del curso. Saludamos y observamos con curiosidad a los nuevos compañeros. Buen humor general, aunque cierto temor a los recortes que se anuncian por todos lados. Algo parece habernos afectado: se ha perdido un jefe de estudios adjunto, se sobrecarga el bachillerato, aumentan las horas de guardia y computan la mitad las guardias de recreo. Se seguirá este curso aplicando el "programa de calidad" en nuestro centro (ya hablaremos en otro lugar de esto), y ha continuado la "creatividad" legislativa de la Consejería durante este verano (que ya ha hecho retrasar la aprobación del ROF). Otras medidas, en cambio, como el fomento de la lectura, la programación individual de los alumnos repetidores, o un mayor control sobre la programación de los refuerzos y del plan de acompañamiento, no parecen ser mal vistas entre el profesorado. Pero otras, como la extensión del bilingüismo a toda la Secundaria, y no sólo a unos pocos grupos, provoca fuerte rechazo entre parte del Claustro de profesores. Una compañera de inglés señala, creo que con acierto, que por qué los centros privados pueden desarrollar de forma completa esta enseñanza bilingüe, y nosotros, en la pública, todavía mantenemos grupos no bilingües. Rechaza también el argumento de que si gran parte de nuestro alumnado tiene dificultades con su lengua materna, cómo va a incluirse en el bilingüismo. Se refleja en parte de nosotros cierta desconfianza ante los cambios, la dificultad de cambiar la cultura, o culturas, escolares. Pero también se debe considerar el esfuerzo que supone para muchos profesores el aprendizaje de idiomas, de nuevos recursos informáticos para su aplicación en el aula, entre otras actualizaciones de la labor docente, así como la poca autonomía y participación del profesorado en la propuesta y desarrollo de nuevas iniciativas. Lo que no cambia son nuestras viejas caracolas y nuestra banda ancha de 1MB. Por cierto, que la compañera de Inglés que mencioné anteriormente también sacó el eterno tema de la disciplina, especialmente el control de los desplazamientos del alumnado por los pasillos entre clases o en horas lectivas. Esto me sigue produciendo cierta sensación de encierro. Mi claustrofobia se incrementa con el creciente "cerrojazo" a los centros educativos, probablemente reflejo de esta "sociedad del riesgo" en la que los niños deben estar siempre bajo la vigilancia y supervisión de la mirada adulta. Esta compañera proponía que el alumno o la alumna que fuera al servicio, incluso entre clase, tuviera que solicitar al profesor un carnet con el que poder justificar ante cualquier profesor su permanencia fuera del aula. Esto provocó ciertos murmullos entre el profesorado. Otra compañera comentaba con humor que ella había utilizado esos carnets en otro centro, pero que le daba luego cierto escrúpulo coger ese papel que entraba y salía de los urinarios, por lo que lo hacía introducir en una funda de plástico. También se insistía desde Jefatura de Estudios que los alumnos no debían de salir del aula en los cambios de hora. Pero, señores, ¿es que un alumno no puede salir del aula a beber agua, a orinar o a saludar a otro compañero de otra clase? Esta exigencia nos obligaría al profesorado que transitamos de una clase a otra a ir interrogando a los alumnos fuera de clase, solicitando carnets o concediendo permisos por beber agua entre clases. Es cierto que sobre todo los más pequeños parecen sufrir incontinencia de orina, pues normalmente se pasan la hora pidiendo por turnos ir al baño, pero, como casi siempre, parece más fácil prohibir o restringir cualquier desplazamiento, que educar en cierto orden y convivencia (cosa que nadie niega que sea fácil con 26 alumnos metidos seis horas en un aula). En el colegio de mis hijos también hay novedades: los padres de los alumnos de primaria no podemos pasar de la acera del colegio para no crear "incómodas aglomeraciones". Una madre comentaba en la reunión de tutoría, en tono de broma, que el curso que viene nos mandarán a la acera de enfrente. También señalaba que esa prohibición de pasar al patio de entrada impedía el contacto de los padres con el profesorado, proximidad que siempre han valorado mucho los padres en esta etapa educativa. Además, mi hija volvía contenta el primer día diciéndome que en su clase había ordenadores. Pero el tutor nos aclaró más tarde que desde que se instalaron no han funcionado y tampoco parece que haya mucho interés, por lo que se han convertido en un obstáculo incómodo que impide al alumnado la correcta contemplación de la pizarra (no digital). Bueno, espero tener mejores noticias el próximo día. Ánimo.

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