domingo, 3 de enero de 2021

La LOMLOE, o "el regreso al futuro de la LOE"

 


Os dejo el comunicado de la Federación de Enseñanza de CGT respecto al texto de la LOMLOE aprobado recientemente en el Congreso. En él señalan algunos aspectos positivos y negativos del nuevo texto.

http://rojoynegro.info/articulo/acci%C3%B3n-sindical/la-lomloe-o-el-regreso-al-futuro-la-loe

    Entre los aspectos negativos, contra los que deberemos seguir luchando, se encuentran los siguientes:

La LOMLOE sigue apostando por la doble red de centros. No se atreve a acabar con los conciertos educativos. Nuevamente dinero público para inversión educativa seguirá siendo traspasado a las patronales y empresas del sector privado. No se contempla la posibilidad de que los centros concertados puedan pasar a la red pública.

La religión sigue siendo de oferta obligatoria. En CGT abogamos por la aconfesionalidad de los centros educativos mediante la eliminación de símbolos y actos religiosos, la educación en valores universales y la derogación de los acuerdos con el Vaticano. Se deja en el limbo la atención al alumnado que no cursa religión, lo cual, en manos de ciertas comunidades autónomas, puede ser como dejarlo en el purgatorio.

Se siguen jerarquizando los centros, apostando por el neoliberalismo empresarial de la gestión educativa y la selección meritocrática de las direcciones.

Siguen recortadas las competencias de Claustros, Consejos Escolares y AMPAs. En CGT apostamos por la implicación del conjunto de la comunidad educativa en sistemas de gestión alternativos (equipos de gestión escogidos por un Consejo Escolar paritario…)

La LOMLOE no plantea mejoras concretas en la defensa de la calidad del sistema educativo, ni mejoras sociales ni laborales del profesorado.

Mantiene y retoma la apuesta por elaborar pruebas de diagnóstico en 4º de Primaria y 2º de ESO, que de manera solapada acabarán generando rankings de centros.

Las enseñanzas artísticas siguen sin tener el reconocimiento necesario y siguen menospreciadas.

Se recupera y no elimina la Selectividad.

En cuanto a la FP, hace posible que el alumnado pueda compaginarla con la vida laboral, elimina requisitos de edad y permite el acceso desde la enseñanza de régimen especial, pero de cara al profesorado no deja claro qué pasará con las condiciones laborales del personal técnico. La LOMLOE no concreta equiparar los salarios del personal docente, como hemos reclamado desde CGT en incontables ocasiones.

Hay un compromiso de incrementar el presupuesto educativo, pero un 5% del PIB no es suficiente. Actualmente todavía se invierten 1.000 millones menos en educación que lo que se invertía en 2008. En CGT creemos necesaria una inversión mínima del 7% del PIB. Las infraestructuras de los centros públicos son deficitarias, los presupuestos de mantenimiento y funcionamiento reducidos, el mobiliario hace falta renovarlo, hay que construir nuevos centros, desmasificar las aulas, aumentar las becas, incrementar las plantillas de profesorado, personal de apoyo y PAS.

La LOMLOE no plantea mejoras concretas en la defensa de la calidad del sistema educativo, ni mejoras en las condiciones sociales ni laborales del profesorado. La Ley sólo plantea generalidades que no garantizan la reducción de los índices de fracaso y abandono escolar.

 Para más información:  https://aulalibrefes.files.wordpress.com/2021/06/lomloe-luces-sombras-y-dudas-de-la-enesima-ley-educativa.pdf

La educación sentimental: Orihuela y la literatura

  


   Cuando todavía estaba en el colegio, un profesor  nos habló de dos escritores, ambos de la cercana ciudad de Orihuela, y ambos olvidados durante la oscura y necia dictadura. El primero era Gabriel Miró, al que este profesor nos animaba a leer y anotar su rico vocabulario; el segundo era Miguel Hernández, un joven poeta muerto en las cárceles del franquismo. 

    Recuerdo que, ya en el Instituto, tras la muerte del dictador, otro profesor, Domingo Navarro, nos acompañó a visitar la casa donde vivió Miguel Hernández. En la casa del poeta vimos la higuera y el huerto que describe en sus poemas. Paseamos por la ciudad, donde tímidamente se empezaba a recuperar su memoria. Una ciudad llena de iglesias, que parecía querer ocultar al pequeño río Segura, que llegaba a la ciudad turbio y maloliente; y donde destacaba la mole del colegio jesuita en el que estudió el poeta oriolano. 

    En clase, y en casa, leíamos y releíamos sobre todo la Elegía a Ramón Sijé, el emocionado lamento a la muerte de un amigo. De Orihuela fueron también dos buenos amigos de la universidad (Jorge e Isaías) y con ellos volví alguna vez más a su pueblo. He elegido un verso que pudiera ser una buena guía de vida: “Esperar, no cansarse de esperar la alegría”. Porque la alegría, la pura alegría, es quizás la meta última de toda ética, de toda “buena vida”. También destacaría la forma, liviana e intensa a la vez -como la vida- con la que en el siguiente verso señala cómo debería ser nuestra despedida: “Con sonrisa te fuiste de la tierra y del cielo”.

    En la Semana Santa de 1947, en el periodo más duro de la dictadura franquista, apareció una pintada en el edificio de Filosofía y Letras:

 “Viva la universidad: Machado, Lorca, (Miguel) Hernández. FUE” 

F.U.E. era el sindicato estudiantil de la etapa republicana. Por esta pintada fueron detenidos dos estudiantes de Derecho, Manuel Lamana y Nicolás Sánchez-Albornoz. Juzgados en consejo de guerra como miembros del PCE, fueron condenados a 4 años de prisión. Se fugaron en agosto de 1948 gracias a dos amigas estadounidenses, Barbara Probst Salomon y Barbara Mailer (Vid. Elena Hernández Sandioca, Miguel Ángel Ruiz Carnicer y Marc Baldó Lacomba, Estudiantes contra Franco (1939-1975). Oposición política y movilización juvenil. La esfera de los libros, Madrid, 2007, p. 507). 

    Miguel Hernández murió en las cárceles franquistas, y tanto su obra como la de Gabriel Miró, una por motivos políticos (militancia comunista y milicia de la cultura en el frente republicano) y la otra por cuestiones religiosas (anticlericalismo de alguna de sus obras), tuvieron serios problemas con la depuración y censura de la dictadura franquista.

Para saber más: https://www.rtve.es/alacarta/videos/viento-del-pueblo/viento-del-pueblo-miguel-hernandez-parte-1/3961394/

 https://www.rtve.es/alacarta/videos/viento-del-pueblo/viento-del-pueblo-miguel-hernandez-parte-2/3961405/

 https://www.youtube.com/watch?v=1D8_ay1SW4Q

 Sobre Gabriel Miró puedes ver y escuchar este pequeño documental:  

Puedes leer también algo de su obra El obispo leproso pinchando aquí.

 Quisiera terminar, por último, con el recuerdo de Eduardo Sansano, mi amigo, fallecido hace años, pero siempre presente, y con el que compartí alguno de estos viajes geográficos y literarios. Te echamos mucho de menos. Un fuerte abrazo, donde estés.

Richard Feynman: el placer de descubrir

   

   Richard P. Feynman, El placer de descubrir, Crítica, Barcelona, 2004, 217 páginas. Traducción de Javier García Sanz.

    En este libro, Feynman recuerda con frecuencia las enseñanzas de su padre, cómo le animaba a observar, a fijarse en las cosas: 

“Mirando un pájaro decía: ¿Sabes qué pájaro es ése? Es un tordo de garganta marrón; pero en portugués es un..., en italiano un..., etc. Ahora ya sabes qué nombre tiene ese pájaro en todos los idiomas que quieres”, decía, “pero cuando hayas acabado con eso no sabrás absolutamente nada sobre el pájaro. Sólo sabrás cómo llaman al pájaro los seres humanos de diferentes lugares. Ahora, concluía, “miremos al pájaro”. Sin embargo, como profesor, Feynman confesaba que no sabía cuál era la mejor forma de enseñar: “No sé cómo responder a esta cuestión de los diferentes tipos de mentes con diferentes tipos de intereses; no sé qué es lo que les engancha, lo que les hace interesarse,no sé cómo guiarles para que se interesen”. “Mi teoría es que la mejor forma de enseñar es no tener ninguna filosofía, ser caótico y mezclarlo todo, en el sentido de que uno utiliza todas las formas posibles de hacerlo” (28). En otro lugar, en cambio, lamentando el entorno acientífico en el que vivimos (“¿por qué tenemos aún astrólogos?”, se pregunta), Feynman se queja de “esta lucha terrible por tratar de explicar cosas a gente que no tiene ninguna razón para querer saberlo”. La ciencia no tiene certezas, y la gente busca certezas: “Yo tengo respuestas aproximadas y creencias posibles y grados diferentes de certeza sobre cosas diferentes”. Esto le lleva a plantear el debate entre ciencia y religión: el científico no puede tener “ese conocimiento real de que existe un Dios; esa certeza absoluta que tienen las personas religiosas”. En este sentido, Feynman cree que “somos demasiado educados”: “Creo que deberíamos pedir a esa gente que traten por sí mismos de obtener una imagen coherente de su propio mundo”.

     Respecto a la integridad del científico, su honestidad y transparencia, Feynman señala que el científico debe empezar con la duda y la incertidumbre: “Antes de empezar uno no debe saber la respuesta”; luego debe juzgar las evidencias, mantener cierta objetividad y no depender en última instancia de la autoridad. 

“Si construyen (los científicos) una teoría, por ejemplo, y la anuncian, o la hacen pública, entonces también deben señalar todos los hechos que no concuerdan con ella, tanto como los que concuerdan con ella... Hay que dar los detalles que pudieran arrojar dudas sobre su interpretación, si ustedes los conocen. Si saben que algo es completamente erróneo, o posiblemente erróneo, deben explicarlo del mejor modo posible”. 

    Así, en el campo del asesoramiento científico, señala la obligación de hacer públicos los informes negativos a los propósitos del gobierno o la empresa que encarga el informe, no sólo los que les sean positivos. 

    También en el terreno de la publicidad, señala cómo “los anuncios, por ejemplo, son un caso de una descripción científicamente inmoral de los productos. Esta inmoralidad está tan extendida que uno se ha habituado a ella en la vida cotidiana y ya no la considera algo malo”.

 Es también interesante la reflexión que hace Feynman acerca de la belleza que puede aportar la ciencia a nuestro conocimiento de la realidad. Frente a la crítica de un amigo artista que le señalaba que, como científico, era incapaz de ver la belleza de una pequeña flor, reduciéndose a desmontarla y convertirla en algo anodino, Feynman afirmaba: 

“Yo veo mucho más en la flor de lo que ve él. Puedo imaginar las células que hay en ella, las complicadas acciones que tienen lugar en su interior y que también tienen su belleza. También los procesos, el hecho de que los colores de la flor evolucionan para atraer insectos que las polinicen es interesante, pues significa que los insectos pueden ver el color... El conocimiento científico añade algo a la excitación, el misterio y el respeto por una flor; no entiendo cómo puede restar”. 

     Más polémicas son sus afirmaciones respecto a la cientificidad de las ciencias sociales: considera que se comportan como lo que denomina ciencia tipo cultos cargo: "siguen todos los preceptos y formas aparentes de la investigación científica, pero les falta algo esencial, porque los aviones no aterrizan”. Los “cultos cargo” se desarrollaron en Melanesia y Nueva Zelanda tras la II Guerra Mundial. Acostumbrados los nativos a ver aterrizar durante la guerra aviones con montones de mercancías, pretendieron que continuara ocurriendo lo mismo. Así que se las arreglaron para construir cosas como pistas de aterrizaje, hacer hogueras a los lados de la pista, construir una cabaña como torre de control.., y esperar que aterrizaran los aviones. La forma era perfecta, pero no funcionaba, no aterrizaban aviones. 

    Tampoco la filosofía sale bien parada: hablando sobre Spinoza, entiende que tuvo el valor de abordar grandes cuestiones, “pero no sirve de nada tener el valor si no se llega a ninguna parte con la cuestión”: “Uno puede tomar cada una de las proposiciones de Spinoza y sus proposiciones contrarias, y mirar el mundo..., y no puede decir cuáles son las correctas”. Quizás podría aceptar que lo interesante es plantear las cuestiones correctas, o al menos disolver las falsas. De todas formas, Feynman admite un pequeño espacio para la filosofía cuando en otro lugar reconoce que en esta época de especialización, “son cada vez menos frecuentes los debates públicos sobre las relaciones entre aspectos diversos de la actividad humana”.

El libro rojo del cole

    A finales de marzo de 2010 apareció el libro La modernisation de la sexualité. El proyecto original, un libro colectivo editado por la Universidad Libre de Bruselas, se titulaba Revolutions Sexuelles, pero la editorial decidió cambiar el título al final.             Cuando las editoras (Régine BEAUTHIER, Valérie PIETTE et Barbara TRUFFIN) me invitaron a participar en este proyecto, les propuse la idea de investigar sobre la época de la Transición española, que se ha considerado como el periodo de "liberación sexual" en nuestro país (tras la larga y represiva dictadura franquista). 
    En la investigación aparecieron muchos matices y contradicciones en este tradicional relato, que parecen indicarnos la "oportunidad perdida" de la Transición democrática, las fuertes tensiones que hubo en su proceso, la violencia policial y de la extrema derecha sobre las propuestas educativas y sexuales revolucionarias que iban surgiendo, así como el "desencanto" y posterior desmovilización de los grupos que impulsaron dichos proyectos. 
    Para poder hablar sobre todo esto en un pequeño artículo, decidí tomar como eje la polémica en torno al Libro Rojo del Cole, a través del cual podría exponer las tensiones entre el aparato judicial, político, editorial y educativo de este periodo en torno a la sexualidad de la infancia (que se convirtió, en una época de crisis política y social, en tema de alarma social y pánico moral entre ciertos sectores conservadores que identificaron la crisis de la dictadura con la de los valores morales tradicionales). También había un componente personal en la elección, pues fue mi primer libro "prohibido" durante el Instituto. Lo conseguíamos en la librería Espartaco, donde Mariano, que ya nos conocía, nos lo vendía con mucha discreción. Recuerdo especialmente los divertidos dibujos de Miguelito y la Liga de los Sin Bata (del dibujante Romeu). El texto -en un lenguaje sencillo y natural- hablaba de los profesores, de cómo organizar una protesta en el aula, de las drogas y la sexualidad (aunque en ocasiones nos seguía pareciendo algo paternalista o moralizante). Así nació mi colaboración sobre la "Censura y moral sexual durante la Transición", del que ya pudisteis leer un adelanto en una nota en este blog sobre La polémica en torno al Libro Rojo del Cole
     
    Otras colaboraciones presentes en el libro son: 
- Bruno Wanrooij, "L’Italie et le mouvement pour la libéra:on sexuelle. Chroniques d’une révolution ratée. 1904‐1929". 
- Franz X. Eder, "Sexualité, textes et médias dans les pays germanophones, de la Deuxième Guerre Mondiale à la « révolu:on sexuelle »". 
- Magdalena Illán Martín et Custodio VELASCO MESA, "La sexualité féminine pendant le premier franquisme : discours et archétypes esthétiques". 
- Catherine Jacques, "Les féministes belges et la sexualité : un combat moral". -Harry Oosterhuis, "Psychiatrie, perversion et sexualité moderne". 
- Lutz Sauerteig, "Le magazine pour jeunes Bravo et la révolu:on sexuelle en Allemagne de l’Ouest dans les années 1960 et 1970". 
- Anne‐Claire Rebreyend, « Suis‐je normal(e)? ». L’obsession de la normalité sexuelle (France, 1965‐1975). 
- Sylvie Chaperon, "L’initiation sexuelle de la jeune Beauvoir". 
- Eliane Gubin et Catherine Jacques, "Construire l’histoire des sexualités". La modernisation de la sexualité

Cine y educación: "La lengua de las mariposas".

    La lengua de las mariposas es un relato de Manuel Rivas que tiene como protagonistas a un niño y a su maestro en el periodo de la II República y el comienzo de la Guerra Civil. Don Gregorio, que así se llamaba el maestro, representa en muchos aspectos a las nuevas pedagogías que buscaban un nuevo modelo de relación no autoritaria entre profesorado y alumnado, una nueva forma de instruir que tenía como referentes, entre otros, al institucionismo y el anarquismo (para saber más, podéis consultar el interesante cuaderno que la Fundación FIES dedicó a La escuela en la II República). 

A continuación, podéis leer un fragmento del relato de Manuel Rivas:  

No, el maestro don Gregorio no pegaba. Por lo contrario, casi siempre sonreía con su cara de sapo. Cuando dos peleaban en el recreo, los llamaba, «parecen carneros» y hacía que se dieran la mano. Luego, los sentaba en el mismo pupitre. Así fue como hice mi mejor amigo, Dombodán, grande, bondadoso y torpe. Había otro rapaz, Eladio, que tenía un lunar en la mejilla, en el que golpearía con gusto, pero nunca lo hice por miedo a que el maestro me mandara darle la mano y que me cambiara junto a Dombodán. El modo que tenía don Gregorio de mostrar un gran enfado era el silencio. «Si ustedes no se callan, tendré que callar yo». Y iba cara al ventanal, con la mirada ausente, perdida en el Sinaí. Era un silencio prolongado, desasosegante, como si nos dejara abandonados en un extraño país. Sentí pronto que el silencio del maestro era el peor castigo imaginable. Porque todo lo que tocaba era un cuento atrapante. El cuento podía comenzar con una hoja de papel, después de pasar por el Amazonas y el sístole y diástole del corazón. Todo se enhebraba, todo tenía sentido. La hierba, la oveja, la lana, mi frío. Cuando el maestro se dirigía al mapamundi, nos quedábamos atentos como si se iluminara la pantalla del cine Rex. Sentíamos el miedo de los indios cuando escucharon por vez primera el relincho de los caballos y el estampido del arcabuz. Íbamos a lomo de los elefantes de Aníbal de Cartago por las nieves de los Alpes, camino de Roma. Luchamos con palos y piedras en Ponte Sampaio contra las tropas de Napoleón. Pero no todo eran guerras. Hacíamos hoces y rejas de arado en las herrerías del Incio. Escribimos cancioneros de amor en Provenza y en el mar de Vigo. Construimos el Pórtico da Gloria. Plantamos las patatas que vinieron de América. Y a América emigramos cuando vino la peste de la patata. «Las patatas vinieron de América», le dije a mi madre en el almuerzo, cuando dejó el plato delante mío. «¡Que iban a venir de América! Siempre hubo patatas», sentenció ella. «No. Antes se comían castañas. Y también vino de América el maíz». Era la primera vez que tenía clara la sensación de que, gracias al maestro, sabía cosas importantes de nuestro mundo que ellos, los padres, desconocían. Pero los momentos más fascinantes de la escuela eran cuando el maestro hablaba de los bichos. Las arañas de agua inventaban el submarino. Las hormigas cuidaban de un ganado que daba leche con azúcar y cultivaban hongos. Había un pájaro en Australia que pintaba de colores su nido con una especie de óleo que fabricaba con pigmentos vegetales. Nunca me olvidaré. Se llamaba tilonorrinco. El macho ponía una orquídea en el nuevo nido para atraer a la hembra. 

    Este relato dio título a una película de José Luis Cuerda de la que puedes ver el siguiente fragmento (Fernando Fernán-Gómez hace el papel del maestro):

El profesorado ante la crisis. La estandarización del trabajo docente.

     En el contexto de la “restauración conservadora” de la década de los 80 (la era de Reagan, Thatcher y el auge del neoliberalismo económico), Michael W. Apple (Maestros y textos, Paidós/M.E.C., Barcelona, 1989) ya señalaba que la mayoría de los educadores respondían a estas transformaciones económicas, políticas y culturales de una manera particular: las ignoraban. Parecían percibir a la educación como “un proceso psicológico, íntegramente abarcado por el discurso del aprendizaje”. 

    También en la actualidad, el profesorado no parece ver la educación como el resultado de conflictos económicos, políticos y culturales producidos históricamente, sino que la colocan en un compartimento estanco que impide entender su significado social. Orientada desde un discurso psicológico acrítico, la escuela parece haber perdido sus conexiones con los debates éticos y políticos de nuestro tiempo, más preocupada por adaptarse a las “necesidades económicas”, y a sus requerimientos tecnológicos, tal como las definen los sectores dominantes. Ante situaciones de crisis económica como la actual seguimos escuchando la misma cantinela que denunciaba Apple en 1986: “No alteréis la economía; simplemente cambiad las escuelas, de modo que el árbitro último del contenido del currículum y las prácticas docentes sea un conjunto de necesidades definidas más o menos por el capital” (p. 27). El causante del paro, la pobreza y la desigualdad ya no es el actual sistema económico, sino la falta de preparación técnica y de una “cultura del esfuerzo” en nuestros estudiantes, la falta de formación del profesorado, y otros males de la educación. 

    Por otro lado, como comentábamos en la nota anterior, el neoliberalismo producirá una proletarización y una pérdida de cualificación y autonomía entre los trabajadores (y, entre ellos, también los docentes). Desde la aplicación al proceso de trabajo de criterios económicos de “calidad”, racionalización y estandarización, se disminuye el control de los trabajadores sobre el tiempo, sobre la definición adecuada de las maneras de realizar una tarea y sobre los criterios para establecer rendimientos aceptables. 

    Los intentos de racionalizar todos los aspectos posibles del trabajo conducen a una intensificación del mismo, lo que se convierte en un medio de destruir la sociabilidad de los trabajadores no manuales. Cada vez más cosas que hacer y menos tiempo para hacerlas. El ocio y el autogobierno tienden a desaparecer y aumenta el riesgo de aislamiento del profesorado dentro de su aula. La invasión de los procedimientos de control técnico del currículum en las escuelas llevará a la escisión entre concepción y ejecución del proceso de trabajo docente. Las habilidades adquiridas con la experiencia se atomizan, se redefinen y se adecúan a criterios productivos para aumentar la eficiencia y el control del proceso de trabajo. El profesorado se verá así impulsado a disminuir su responsabilidad en el diseño de los propios currícula (para eso ya están los libros de texto y los “expertos”), y a reforzar su responsabilidad en las preocupaciones técnicas y de gestión, entendida como un símbolo de un creciente “profesionalismo”. 

    La instrucción aparece basada en las “competencias” y los currícula prefabricados, la gestión mediante objetivos (Plan de Calidad)... Pero se producen también resistencias que no se pueden reducir únicamente a las inercias, al inmovilismo o corporativismo del cuerpo docente. El profesorado, como señala Apple cambia en ocasiones los objetivos impuestos cuando no comprende su pertinencia, se resiste a la intensificación (buscando espacios para actividades de ritmo más lento), o interrumpe la “tarea” para dedicarse a relajadas discusiones con los estudiantes sobre temas de su propia elección.  

    En el proceso de trabajo del profesorado existen dos elementos materiales importantes cuyo generalización está condicionando fuertemente el aprendizaje: los libros de texto y las nuevas tecnologías. La gratuidad de los libros de texto y la extensión de las aulas TIC se han impuesto sin un debate crítico y han convertido a la escuela en un mercado lucrativo, abriéndola a las mercancías industriales de producción masiva. Respecto a los libros de texto, sería conveniente analizar las fuentes económicas, políticas y económicas de su producción, distribución y recepción. En nuestro país, por ejemplo, las escuelas católicas están vinculadas con sus propias editoriales; y el campo editorial ha encontrado dificultades en estandarizar el contenido de algunas asignaturas polémicas como la Educación para la Ciudadanía. Recientemente, una compañera que colaboró en el elaboración de un libro de texto de lengua y literatura me señalaba que la editorial le había “censurado” la introducción de algunos temas y autores porque no entraban en la consensuada “estandarización” del contenido de la materia. Por otro lado, como comenta Apple, “es decisivo que cuando se introduzca la tecnología en la escuela, los estudiantes posean una comprensión seria de los problemas que giran en torno a sus amplios efectos sociales: ¿Dónde se usan los ordenadores? ¿Por qué se usan? ¿Que necesita realmente la gente saber para utilizarlos? ¿Mejora el ordenador la calidad de vida de alguien? ¿De quién? ¿Perjudica la vida de alguien? ¿De quién? ¿Quién decide cuándo y dónde deben usarse los ordenadores?”. 

    En general, los debates educacionales se limitan cada vez más a cuestiones técnicas. Las cuestiones relativas al “cómo” han sustituido a las relativas al “por qué”, desplazando las preocupaciones por un currículum democrático, por la autonomía del maestro y la igualdad de clase, sexo y raza: “Cuanto más transforma la nueva tecnología el aula en su propia imagen, tanto más una nueva lógica sustituye a la comprensión crítica, sea política, sea ética. El discurso del aula se centrará más en la práctica, y menos en el contenido” (p. 168). Como también señala Apple:

“Antes de entregar las escuelas a las exigencias de la nueva tecnología y las corporaciones, hemos de estar muy seguros de que nos beneficiará a todos, y no primordialmente a quienes ya detentan el poder económico y cultural. Esto exige una continua discusión democrática, y no una decisión tomada a toda prisa bajo la presión económica y política que hoy se ejerce sobre las escuelas” (p. 158). 

    Hay que evitar la atropellada obsesión por emplear el ordenador en todas las áreas de contenido: 

“En nuestra sociedad, la tecnología se contempla como un proceso autónomo. Se la aísla y se la considera como si tuviera vida propia, independencia de las intenciones, el poder y el privilegio sociales. Examinamos la tecnología como si se tratara de algo en constante cambio, algo que cambia incesantemente nuestra vida en la escuela y en otros sitios. Esto, por supuesto, es en parte verdad, y es bueno hasta cierto punto. Sin embargo, al centrarnos en lo que cambia y en el cambio, podemos dejar de preguntarnos qué relaciones permanecen idénticas. Entre las más importantes de esas relaciones se encuentran los conjuntos de desigualdades culturales y económicas que dominan incluso sociedades como la nuestra” (p. 149). 

    Sin negar la posibilidad de un uso crítico y transformador de las nuevas tecnologías, también deberíamos estar atentos a factores como su alto costo (lo que puede ir en detrimento de programas para los más desfavorecidos), la dependencia respecto del software prefabricado (y generalmente de baja calidad), o la utilización automática, mecánica y relativamente de bajo nivel que prevalece en la escuela de clase obrera, frente a la habilidad de programar y un uso creativo en las escuelas de los sectores sociales más favorecidos.

El profesorado ante la crisis

   


   Seguimos desde hace tiempo los debates e intervenciones acerca del enésimo intento de reforma educativa por parte del Ministerio, marcado en este momento por un contexto de crisis social y económica profunda. El actual recorte de derechos sociales por parte del Gobierno, por lo visto en la pasada huelga de funcionarios, parece conducir más a la desmovilización que a la lucha activa contra la imposición de unas medidas que nos hacen retroceder. Retroceder en los pequeños avances arrancados a las élites gobernantes y económicas de nuestro país, tras las fuertes, y en ocasiones sangrientas, movilizaciones obreras del final del franquismo y la transición. 

    El propósito de estas movilizaciones por universalizar derechos laborales y sociales se invierte ahora en denuncia de los supuestos “privilegios” de los que disponen de un trabajo estable. Ya en la larga huelga del profesorado de la primavera de 1988, se acusó a este sector de trabajadores de corporativismo y privilegio y se hicieron llamadas a su conciencia como profesionales responsables. Entre los propios trabajadores afectados se utilizan argumentos como la “responsabilidad” o la inutilidad de una huelga contra un decreto ya aprobado. Pero, ¿dónde queda la indignación frente a la ruptura unilateral de los convenios colectivos?, ¿de qué sirven entonces, si el Gobierno ni siquiera se reunió con los sindicatos para renegociarla o discutirla? Respecto al segundo argumento, parece como si el triunfo de la razón instrumental y eficientista, también en el ámbito docente, se extendiera al derecho de huelga. El que sea difícil hacer retirar al Gobierno su decreto laboral y sus recortes sociales, dada la mayoría parlamentaria a su favor, no es un obstáculo para que manifestar el rechazo frontal a estas medidas y apoyar cuantas protestas y huelgas vayan en este sentido. 

    La fuerte presión social, pese a la arrogancia de los que defienden la “responsabilidad” y “valentía” de nuestros gobernantes, no deja de tener sus efectos, y probablemente pueda frenar nuevas agresiones del neoliberalismo dominante (la fuerte campaña mediática contra los huelgistas “salvajes” y la necesidad de legislar sobre el derecho de huelga va en este sentido; así como los cambios en el sistema de pensiones y en las empresas de servicios públicos, según supuestos criterios de eficiencia y calidad). ¿Cómo criticar la pasividad de los sindicatos cuando luego sus convocatorias de huelga o manifestaciones tienen tan poco seguimiento? 

    El profesorado parece debatirse en la misma doble moral que indicaba Martínez Bonafé (“Tecnocracia y control sobre el profesorado”, Cuadernos de Pedagogía, 1992) en la larga huelga de la primavera de 1988: entre los que la entendían como la lucha de un colectivo de trabajadores frente a su patrón, o los que la percibían como la protesta de un colectivo de profesionales funcionarios luchando por su homologación. La recomposición sociológica del profesorado y de su visión como colectivo laboral arrancaría en la LGE de 1970, y continuaría durante la transición y el posterior gobierno de la socialdemocracia. El profesorado, perdida su identidad con la clase trabajadora de la que es mayoritariamente originario, no se identifica tanto como un “trabajador de la enseñanza” como con un técnico, un funcionario, un profesional de la enseñanza. Su trabajo se inscribe en un diseño profesionalista de la enseñanza, reflejado en la intensificación de un lenguaje técnico, inspirado en un psicologismo acrítico, que sirve de apoyo en la búsqueda del “prestigio profesional” docente. El profesorado parece situarse en una extraña encrucijada de demandas y exigencias sociales: el malestar por la proletarización del trabajo docente (su pérdida de autonomía, el aumento progresivo del control por la tecnoburocracia gubernamental) no adopta en muchas ocasiones respuestas solidarias o críticas, sino que acude a recursos como el corporativismo frente a las demandas sociales, o la defensa de la profesionalización frente a la intromisión de las familias o el alumnado. 

    Como ha señalado Martínez Bonafé, los debates radicales, desde la sociología y la filosofía críticas de los años 60 y 70 parecen darse por cerrados. El profesorado permanece “sin armas teóricas para explicar los valores, creencias e intereses que estructuran su trabajo”, envuelto en una retórica reformista bienintencionada “cargada de psicologismo y vaciada de toda problematicidad relacionada con la sociología crítica y la antropología cultural”. Desde la potenciación de las nuevas tecnología, la configuración de programas, la elaboración de los libros de texto, se trata de ayudar a transmitir mejor el conocimiento, pero se ocultan las conexiones entre conocimiento y poder bajo una lógica tecnocrática. Se olvidan de tratar el conocimiento como “algo problemático dinámico, ideológico, vinculado a intereses socialmente e históricamente creados”. El profesorado parece ajeno e ignorante respecto a los modelos alternativos globalizadores de la escuela pública. Parece incluso distante del debate y la militancia sindical o pedagógica, tan activa desde finales de la dictadura, desde los Movimientos de Renovación Pedagógica y las Escuelas de Verano. ¿Añorando quizás la disciplina, la segregación escolar, la tarima y el uniforme como recurso frente a la compleja convivencia de las aulas? ¿Intentando, con frustración la mayor parte de las veces, resolver entre las cuatro paredes de su aula, contradicciones y tensiones que es necesario enfrentar colectiva y solidariamente, con las familias, con el resto del profesorado, con las aportaciones más críticas y participativas de pedagogos, antropólogos o psicólogos?

Las reformas educativas en España: la LODE (1985)

  La LODE fue una de las leyes orgánicas sobre educación con mayor recorrido en la historia de España.  El 3 de julio de 1985, tras un fuerte debate, especialmente en torno a los "conciertos educativos" con la enseñanza privada, se aprobó la Ley Orgánica del Derecho a la Educación (LODE). Esta ley venía a modificar la ley del Estatuto de Centros Escolares (LOECE) aprobada en 1980 por el gobierno de UCD, tras una fuerte protesta estudiantil. Esta ley, de carácter muy restrictivo respecto a la autonomía de los Centros educativos y  a la participación del alumnado en su funcionamiento, sería parcialmente anulada por el Tribunal Constitucional.  Además, el cambio de gobierno, tras el triunfo del PSOE  en las siguientes elecciones, condujo, aunque con cierto retraso, a la reforma de las enseñanzas no universitarias, aunque lo hizo de forma fragmentada: primero a través de la modificación del régimen de los centros (LODE, 1985), luego con la reforma del currículo (LOGSE, 1990), y en 1995 con la Ley Orgánica de Participación, Evaluación y Gobierno de los centros docentes (LOPEG).

     La LODE tuvo como ejes básicos la constitución de los Consejos Escolares (su importancia en la gestión y control de la autonomía de los Centros educativos) y el tema de los conciertos educativos, que llevaría a la expansión de la enseñanza concertada en nuestro país (en detrimento de la pública). Como ha señalado Luis Gómez Llorente ("El desvío de un modelo", Cuadernos de Pedagogía, nº 408, enero 2011, pp. 85-91), el desarrollo de la LODE, ya polémica en sus orígenes por su búsqueda de equilibrios y concesiones a la enseñanza privada, ha ido degradándose con los años, produciendo una hipertrofia de la concertación (la escuela concertada, que no la pública, ha sido la gran beneficiada en este proceso) y la atrofia de la participación (junto con la pérdida de competencias de los Consejos Escolares). La expansión de los conciertos durante estos años ha ido más allá de los límites que establecía la ley de 1985 (art. 47), que los situaba en la EGB, y se han ido extendiendo, en ocasiones, hacia la Formación Profesional, el Bachillerato, la Educación Infantil o los PCPI. Por otro lado, la "autonomía" de los Centros es una expresión que ha invertido su original significado: si en la LODE significaba la gestión, control y participación de los órganos de participación de la comunidad educativa en el funcionamiento de los centros escolares, en la actualidad, "autonomía", especialmente en el sector privado, significa la "ampliación de las facultades de quien tiene la potestad de dirigir" el centro educativo. 

    Ya desde la LOCE, durante el gobierno del PP, se revocó la competencia del Consejo Escolar en la designación de los directores. Y cuando el PSOE llega al gobierno y saca adelante la LOE (2006), "no reestablece la elección del director, sino que establece un complejo sistema de selección por una comisión bipartita Administración-Centro, en la que tiene mayoría los representantes del Centro, pero que opera de acuerdo con un baremo elaborado por la Administración". Esta se reserva, asimismo, la evaluación de la gestión de los directores. Lo paradójico, además, es que es entonces, como señala Luis Gómez, "cuando se adaptan sustanciosas medidas (económicas y profesionales) para estimular la presentación de candidaturas" (ahora que la dirección de los Centros es claramente dependiente de la Administración, y no cuando eran cargos electivos). Se tiende a "profesionalizar" la dirección de los Centros, en dirección hacia un nuevo estamento jerárquico, más dependiente de la Administración que de la comunidad educativa. Se tiende a desincentivar la ya escasa participación democrática en la escuela, en la búsqueda de buenos "gestores". Y así nos va.

Contra la Selectividad: crónica de una ley.

     Siguiendo la prensa de la época, podemos ir reconstruyendo parte del proceso de aprobación de la ley de Selectividad, así como -dentro de los límites de la censura franquista- las críticas, protestas y manifestaciones que provocó su presentación. 

    Hoy vamos a centrarnos en el diario La Vanguardia. El 30 de marzo de 1974 el diario barcelonés recogía la acogida desfavorable que el proyecto de ley sobre las pruebas de selectividad seguía teniendo entre amplios sectores sociales. Se denunciaba la contradicción de esta ley con el espíritu y la letra de la Ley General de Educación (su carácter de prueba superpuesta a la evaluación continua), la desconfianza que suponía su implantación respecto a la labor de los Institutos de Enseñanza Media, así como la negligencia por parte de la universidad en relación con los programas y la supervisión del Curso de Orientación Universitaria, que ya perdía la finalidad de su denominación. Entre las protestas destacaba la del alumnado de 20 centros de Barcelona que solicitaban que aprobar el COU fuera condición suficiente para el ingreso en la universidad.
    El 3 de abril, el Ministro de Educación y Ciencia expuso el proyecto de ley ante el Consejo Nacional de Trabajadores. En su defensa de la ley, el Ministro señalaba que el COU se había acreditado como insuficiente para valorar la aptitud universitaria del alumnado. Y esto a la vez que reconocía el siguiente panorama educativo en España: 200.000 alumnos sin escolarizar y 500.000 mal escolarizados; 19.000 docentes, de los cuales sólo 2.500 pertenecían a la plantilla de los centros, y el resto desempeñaban funciones con carácter interino o contratado; un profesorado sobre el que además se afirmaba que se primaría "la dedicación exclusiva".
    El 9 de abril La Vanguardia destacaba que el proyecto de ley de Selectividad había alcanzado el récord de enmiendas a la totalidad (25) en la historia de las Cortes franquistas, junto a 167 enmiendas contra determinados aspectos de la ley (especialmente contra su aplicación en ese mismo curso). La Asociación Nacional de Catedráticos de Enseñanzas Medias amenazó con aconsejar a sus asociados el aprobado general para todos los alumnos de COU, "y aún amenazaba con no impartir clase de este curso el año próximo". Por otro lado, el Ministerio recibía el apoyo de las Juntas de Gobierno de las Universidades de Barcelona, Bilbao, Salamanca, Politécnica y autónoma de Madrid, Zaragoza y Santiago. La Asociación Naciona de Padres de Alumnos y la Unión Nacional de Asociaciones Familiares denunciaban la carencia de medios y las pocas salidas profesionales que se ofrecían a los titulados universitarios.
    El 12 de abril, en portada, aparecía la rueda de prensa convocada por el Ministro de Educación para defender la bondad de la ley de selectividad, su propósito de mejorar la calidad de la educación y evitar la masificación y la falta de control. El Ministro negaba que se tratara de implantar un numerus claussus y se defendía de las acusaciones respecto al carácter restrictivo y clasista de la ley. Según el Ministro, "la formación, llegados a este punto (el paso a la Universidad), ha nivelado las posibles diferencias de estadios sociales iniciales"; además, señalaba, existían 30.000 vacantes en la formación profesional estatal, y las escuelas universitarias estaban infrautilizadas. Estos últimos aparecían como los espacios de formación "naturales" de los estudiantes provenientes de las clases populares.
    El 10 de mayo hubo un paro generalizado en las tres universidades barcelonesas, al que se unieron alumnos de enseñanzas medias. Hubo varias concentraciones y manifestaciones estudiantiles que fueron disueltas por la "Policía Armada". El rector de la universidad explicaba a la prensa que tras un "fructífero diálogo" acordó con los estudiantes convocar periódicas reuniones de acuerdo con un calendario, sin entrar en valorar ninguna de las cinco medidas solicitadas por los convocantes de la protesta.
    El 17 de mayo el Ministro presenta en las Cortes franquistas el proyecto de ley sobre selectividad. En su discurso insistió que "es propósito firme de la Administración evitar todo privilegio de clase" (si insistía, por algo sería, seguramente para negar lo evidente).
    El 30 de mayo comenzaron los debates sobre el proyecto de ley. El director general de Universidades, Felipe Lucena Conde, afirmaba en su discurso: "La actual Enseñanza Media está produciendo un tipo genérico de estudiante que se repite a sí mismo en aterradoras proporciones, y que cualquier profesor de Instituto o Universidad podrá descubrir como vocacionalmente indiferente, disminuido de saberes instrumentales y sin ilusiones culturales definidas". Por otro lado, un procurador resaltaba la diferencia en el número de aprobados en las últimas convocatorias del curso preuniversitario respecto a las del COU, "donde se ha llegado a aprobar más del noventa por ciento". Una de dos, o los estudiantes de medias eran "aterradores" como denunciaba Felipe Lucena, o eran más aplicados que en otras épocas, como señalaba el procurador (¿o quizás insinuaba que aprobar al noventa por ciento hacía al COU sospechoso de ser un filtro poco eficaz?). Ese mismo procurador calificaba de utópico el sistema de evaluación continuada que sostenía la reciente Ley General de Educación, y que la ley de selectividad venía a contradecir, pues señalaba la alta relación profesor-alumno en las escuelas de la época, que sobrepasaba con creces las recomendadas de 25 o 30 alumnos.

    El viernes 31 de mayo de 1974, en el debate sobre el proyecto de ley de selectividad en las Cortes franquistas, se desestimaron todas las enmiendas totales presentadas. Según recoge el diario La Vanguardia, entre los argumentos de los procuradores disidentes se encontraban los siguientes:
Es una ley innecesaria, pues según un procurador, "está suficientemente prevista en la LGE la preparación de los alumnos, incluida la programación y la supervisión por la Universidad del COU; basta con que todas estas previsiones se cumplan para que los alumnos lleguen preparados. Y si no lo están, mal podrá capacitarlos un nuevo examen".
Es una ley ineficaz. Varios procuradores manifestaron sus dudas acerca de que el proyecto de ley pueda mejorar la calidad universitaria, mientras que la masificación se considera que afecta sólo a unos centros y es un asunto más de presupuestos que de estudiantes. Y para resolver este punto se considera más útil una reforma fiscal que una prueba de acceso".
Es una ley incongruente con el resto del sistema educativo y con el método de evaluación continua. Altera los presupuestos del COU que queda devaluado y prácticamente anulado en sus fines de orientación vocacional y de ensedanza de las técnicas de trabajo universitario.
Es, además, una ley impopular e inconstitucional (pues restringía el derecho a la educación).
    El 12 de junio comenzó a debatirse el articulado del proyecto de ley de selectividad.
    El 18 de enero de 1975 se publicaba en el BOE el contenido y las normas del desarrollo de las pruebas de acceso a la Universidad. Según la redactora de La Vanguardia, tras el fuerte debate y la oposición previa, se había suavizado el proyecto de ley, "lo que viene a demostrar que, incluso en España, las campañas tienen su efecto. La ley de selectividad se aprobó más o menos como el Ministerio la había elaborado, pero la norma que la desarrolla ha sido dulcificada". Por ello, la compara con la anterior prueba del curso preuniversitario, en la que aprobaba aproximadamente un 50%, en ocasiones menos, dependiendo del tribunal. Días más tarde, en las cartas al director, aparecía la réplica de un catedrático de instituto a la noticia antes comentada. Este catedrático negaba la "racionalidad" de la nueva prueba -frente a lo que sostenía la redactora-, pues eran pruebas que no versaban sobre las materias del COU y no estaban evaluadas por especialistas (un tribunal de 5 miembros para 20 materias). Hablaba por ello, de una "victoria pírrica" frente al Ministerio. El 28 de enero, el mismo periódico recogía la protesta de la Asociación de Catedráticos de Instituto de Madrid respecto a la falta de adecuación de las nuevas pruebas a la planificación del COU.

Contra la Selectividad: las protestas estudiantiles.

    La Selectividad, que venimos analizando en otras entradas de este blog, fue uno más de los elementos restrictivos (junto con la subida de tasas académicas, la supresión de los exámenes de febrero, los alumnos libres o el establecimiento de numerus clausus), que ya desde finales de la dictadura franquista impusieron las clases dominantes de nuestro país para frenar la creciente "masificación" universitaria, es decir, lo que desde su perspectiva de clase se entendía como la inasumible transformación desde una universidad de elites hacia una "universidad de masas" (o en términos menos clasistas, una universidad más popular). 

    Las protestas contra la Selectividad dentro del movimiento estudiantil arrancaron, como vimos, con la aprobación en 1974 de la Ley de Selectividad, y continuarían durante la Transición, durante la cual se planteó la búsqueda de alternativas democráticas al viejo sistema educativo de la dictadura. Junto las luchas antiselectivas, se desarrollaron durante esos años luchas corporativas (sobre planes de estudio, demanda de infraestructuras adecuadas) o de reformas institucionales (gestión democrática, estatutos o autonomía de los centros). 

    Los últimos años de la transición fueron de una fuerte contestación estudiantil contra la Ley de Autonomía Universitaria y el Estatuto de Centros Docentes, un freno a los proyectos de alternativas democráticas impuesto por la política conservadora del gobierno de UCD. La llegada del PSOE al gobierno no reduciría los conflictos, y junto a la oposición a la temprana Ley de Reforma Universitaria, aparece un fuerte movimiento de protesta en las enseñanzas medias, especialmente durante el curso 1986-1987, donde entre otras reclamaciones se reivindica la supresión de la selectividad y los numerus clausus, la congelación de las tasas académicas y su progresiva disminución, el aumento de las becas y, en general, el incremento de los presupuestos generales del Estado dedicados a la educación. Conviene recordar que desde 1975 a 1986 se incrementó en un 76% el número de alumnos en secundaria, en un contexto de políticas neoliberales de recorte del gasto público, y con altas tasas de paro juvenil que hacían de la enseñanza media y universitaria una estrategia, el único capital para intentar salir de la exclusión. La actitud del gobierno socialista que se negaría durante mucho tiempo a recibir a los estudiantes y dialogar con ellos, y que ordenó reprimir brutalmente algunas de las manifestaciones convocadas, acentuó y prolongó durante mes y medio la protesta. Este movimiento estudiantil nutriría los movimientos sociales de la época, como se reflejó en su participación en la campaña contra la entrada de España en la OTAN, tras la vergonzosa reconversión ideológica de los líderes del PSOE.
Nota: para estas líneas he utilizado algunas ideas del artículo de Carlos Vaquero "El movimiento estudiantil universitario", aparecido en la revista Mientras Tanto (nº 91-92, 2004, pp. 155-176).
A continuación, la información aparecida en el telediario de la 1 acerca de las movilizaciones estudiantiles de 1987.


    En la imagen de la izquierda podéis ver al joven Jon Manteca, que tiene página propia en wikipedia, y que la prensa convirtió en icono mediático de las protestas. Su violencia contra el mobiliario urbano parecía más llamativa para los medios de comunicación que la violencia policial, cuyos disparos alcanzaron, en esa misma protesta, a una manifestante, María Luisa Prada, de 15 años de edad. 

    La corta popularidad de Jon Manteca, utilizado durante un breve tiempo por los medios de comunicación como reflejo de la violencia sin sentido "antisistema", fue "resignificada" sin embargo por grupos de jóvenes como "respuesta reflejo" a la violencia policial, o como imagen de la frágil y precaria (con "muletas"), pero escurridiza lucha contra la resignación, frente a la situación de exclusión de muchos jóvenes españoles. Y ello representado a través de la destrucción de ese letrero de la estación de metro "Banco de España".


Contra la Selectividad. Reflejos de la polémica en la prensa del tardofranquismo.

     Continuando con nuestro repaso al debate sobre la Selectividad, en conexión con la memoria democrática y del movimiento estudiantil, vamos a centrarnos hoy en el campo de la prensa y las revistas del tardofranquismo, en las que también tuvo un fuerte eco esta polémica sobre las restricciones del acceso a los estudios universitarios. 

    En la revista Triunfo, que se destacó en los últimos años de franquismo por su apertura informativa y crítica, apareció un amplio debate sobre el tema. En su número 602 (13/4/1974) se dedicó un especial titulado "El debate de la Selectividad". En su introducción, se afirmaba que  el número de cartas recibidas en la Redacción era probablemente "el más elevado de las que han podido producir cualquier otro concreto". Dentro de dicho número especial, el filósofo Carlos París escribía un artículo titulado "¿Universidad de minorías o Universidad abierta?" En él se denunciaba las connotaciones elitistas del término "masificación", que asociaba lo bueno como patrimonio de pocos (como algo que se degrada cuando se extiende) .Señalaba también que el tamaño de la población universitaria del momento era de 484 por 100 mil habitantes, inferior a países como Grecia, Yugoslavia, Argentina o Uruguay. En España había llegado con cierto retraso, como muchas otras cosas en esa época, la "revolución cultural" que, en el contexto internacional, pretendía convertir la enseñanza secundaria en una institución general, no elitista. Una transformación que también comenzaba a llegar a la Universidad española, fruto de la explosión demográfica de los años 60, y que el Gobierno franquista no supo proveer de los recursos necesarios. Frente a ello, el Ministerio actuaba con precipitación, limitando el acceso y sin consultar a los agentes educativos.

    A la redacción de Triunfo continuaron llegaron escritos, y en el número 608 (25/5/1974) aparecía una selección de algunos de ellos bajo el título "Contra la Selectividad universal". Así, las alumnas del Instituto femenino de Castellón de La Plana exponían en su carta que "no entendemos que estando vigente una Ley (LGE) que trataba de encontrar nuevos cauces que evitasen los exámenes (evaluación continua, criterios según actitud, fichas, etc.), ahora se nos exija un examen de acceso a los estudios universitarios". Otros estudiantes señalaban la gravedad de añadir a la "selectividad económica" otra barrera de acceso: "¿Para qué queremos más selección? ¿Para lograr élites dentro de las élites?". También se denuncia la depreciación que esta prueba producía en el Curso de Orientación Universitaria, que quedaba así en tierra de nadie, sin verdadera utilidad como orientación o acceso a la Universidad, convertido en un mero trámite que alargaba el acceso a los estudios universitarios. Frente a esto, se proponía, entre otras medidas, una mayor interrelación entre los distintos niveles educativos, así como la participación de los estudiantes en los claustros (y las decisiones ministeriales).

Contra la Selectividad. Orígenes.


    El 16 de febrero de 2011 se convocó una huelga por el Sindicato de estudiantes para protestar contra la reciente imposición de la prueba de selectividad a los alumnos de los ciclos formativos que quieran acceder a la Universidad. También se protestaba contra "el endurecimiento de la Selectividad", tras la aprobación de  nuevos requisitos en las pruebas de acceso. Llamaba la atención la exquisita prudencia con la que se hacían las reclamaciones al Gobierno. Según el diario Córdoba (28/01/11), los estudiantes de ciclos formativos "afirman que no se niegan a hacer una prueba de acceso, pero siempre que se les examine de las asignaturas que han estudiado y no de las que se imparten en bachillerato".  La Selectividad, o para ser más precisos, las Pruebas de Acceso a la Universidad, son algo que, por rutinario, se han convertido en una especie de necesario e inevitable "rito de paso" hacia la Universidad para los estudiantes. Algo que ya casi nadie cuestiona, a no ser para introducir otra reforma o proponer "mejoras".     El ignorar el origen de los procesos o instituciones actuales, su arbitrariedad o intencionalidad original, puede conducirnos a "naturalizar" o legitimar esos procesos, y con ello a deslegitimar las luchas o resistencias que provocan.

    Pero hubo una época en la que el movimiento estudiantil se movilizó contra estas pruebas de acceso. Se veían como una traba más que añadir a la selectividad económica ya existente, y que afectaba especialmente a los hijos de las familias obreras en sus intentos por incorporarse a los estudios superiores.

    Hagamos un poco de memoria. La Selectividad se instauró a finales de la dictadura franquista, en el curso 1974-1975, en el marco de la Ley de Reforma Educativa del Ministro J. L. Villar Palasí.  Como el Examen de Estado o la Prueba de Madurez de las anteriores leyes franquistas, la nueva prueba seguía teniendo una función selectiva, para un modelo de Universidad básicamente elitista. Con la introducción del Curso de Orientación Educativa, y el numerus clausus en las Universidades, la  nueva selectividad adoptaría  además, y prioritariamente, una función distribuidora del alumnado que originaría nuevas disfunciones como la jerarquización entre carreras y la frecuente matriculación del alumnado en especialidades no elegidas (Vid. Fdo. Muñoz Vitoria, El sistema de acceso a la universidad en España, CIDE, MEC, 1993). 

    Incluso en el contexto del tardofranquismo, la Selectividad provocó un amplio rechazo. Fue un proyecto elaborado sin consultar a ninguno de los sectores afectados, y que provocó la repulsa incluso dentro de las Cortes franquistas. La ley de Selectividad iba contras las directrices de la Ley General de Educación aprobada hacía poco, en un intento de reactivar la depauperada enseñanza española, en la que se pretendía "construir un sistema educativo permanente no concebido como una criba selectiva de los alumnos", que defendía llevar a cabo "la racionalización de múltiples aspectos del proceso educativo, que evitaran la subordinación del mismo al éxito de los exámenes". Lo que en esta ley se planteaba como una normativa excepcional sometida a las necesidades de los propios centros universitarios, pasaba a ser, gracias al ministro Martínez Esteruelas, una norma general bajo los criterios del Ministerio. Fue una ley, la de la Selectividad, surgida en plena efervescencia política universitaria contra el régimen franquista, ya en sus estertores. El fuerte rechazo a esta ley se reflejó también en documentos como el elaborado por el Colegio de Doctores y Licenciados que, en su propuesta de Una alternativa democrática a la enseñanza defendía una educación no clasista, en el que "todos tengan las mismas oportunidades, y se evite cualquier tipo de selectividad" (El País, 12/10/1976). Algunas asambleas de "trabajadores de la enseñanza" se sumaron al anterior documento.
    Por otro lado, el Ministro Martínez Esteruelas apoyaba la necesidad de esta ley de selectividad en una serie de argumentos que todavía siguen sonando en la actualidad. El primero era el de la baja calidad de la enseñanza superior, algo que difícilmente podía analizarse seriamente desligándolo del resto de los niveles de enseñanza. También se denunciaba la masificación o saturación de las aulas universitarias, cuando el porcentaje de población universitaria en España estaba entre los más bajos de Europa. Lo que se ocultaba era la incapacidad o el desinterés del Gobierno por adecuar las instalaciones y el profesorado al incremento del número de estudiantes. Otro argumento era el de que, a pesar de esta selección, se ayudaría a los económicamente débiles, para que pasaran realmente los "más capacitados", y no hubieran condicionantes sociales o económicos. Pero es que esa selección era seguramente más temprana, en otras etapas educativas anteriores a la universitaria. Además, al handicap cultural y social del alumnado proveniente de las clases trabajadoras, se sumaba el hecho de que difícilmente contarían con los medios económicos suficientes para procurarse medidas correctivas adecuadas con las que superar las barreras selectivas (métodos pedagógicos más eficaces, centros escolares mejor dotados, profesores particulares, etc). 
       Personalmente, recuerdo, a finales de la Transición, las fuertes luchas que organizábamos en los Institutos contra la ley de los Estatutos de Centros, y los esfuerzos por democratizar unas instituciones educativas que, como todas las instituciones públicas heredadas del franquismo, seguían manteniendo resabios autoritarios y/o paternalistas respecto al alumnado. Tras estas huelgas, el movimiento quedó muy destrozado, y aunque hubo otros conatos de huelga en 1983 y 1984, fueron muy limitados. Sólo años más tarde, en 1985, se lanzaría la idea de organizar un Sindicato de Estudiantes. Fue el mismo año que se produjo el movimiento contra la incorporación de España a la OTAN, ahora apoyada por el gobierno socialista, en un vergonzoso giro ideológico, lo que permitió dotar de cierta base al movimiento de protesta estudiantil. 

    En septiembre de 1986 se producen protestas en la Universidad Complutense contra la aplicación del numerus clausus, lo que provoca movilizaciones de no admitidos llamando a la solidaridad; movilizaciones que contaron con cuatro mil o cinco mil estudiantes manifestándose desde el paraninfo de la ciudad universitaria hasta Moncloa. La buena respuesta de los estudiantes llevó a convocar una huelga general el 4 de diciembre, que fue el inicio del fuerte movimiento estudiantil del curso 1986-1987. El PSOE había revalidado las elecciones en 1986, aunque ya en junio de 1985 había sufrido la convocatoria de una huelga general contra la reforma de las pensiones (otra más). El gobierno socialista se había estrenado ya en 1983 con una salvaje reconversión industrial y continuaría adoptando políticas que le enfrentarían al movimiento obrero y estudiantil. Las movilizaciones estudiantiles del curso 1986-1987 consiguieron arrancar del gobierno la gratuidad de la enseñanza secundaria (hasta ese momento había que abonar tasas académicas en BUP y COU), avances en la política de becas universitarias, y de derechos democráticos para los estudiantes (derecho de reunión y de huelga), así como la construcción de nuevos centros de enseñanza media en todo el país.

   Pero, a pesar de la insistencia del movimiento estudiantil, se mantendría la prueba de acceso, aunque es verdad que muy descafeinada. Como afirma uno de los líderes estudiantiles de estas protestas, Juan Ignacio Ramos, en las negociaciones con el Ministerio, en la que intervino el actual vicepresidente Rubalcaba, la respuesta de este último a la petición estudiantil de eliminar la selectividad consistió en señalar que el 80% de los estudiantes que se presentaban a ella aprobaban. Es decir, se limitaba a señalar que no era una traba fundamental, pero sin más justificación (Vid. Julia Varela, Las reformas educativas a debate, 1982-2006, Madrid, Morata, 2007, p. 98). Cuando todavía se justifica la necesidad de la selectividad en la actualidad, basándose en una supuesta saturación de las aulas univesitarias, se confunde, entre otras muchas cuestiones que seguiremos analizando, el derecho a la prestación educativa (muy limitado con esta prueba de acceso) y el derecho a ser simplemente examinado (un derecho progresivamente disminuido en la mayor parte de nuestras universidades tras la reforma educativa de los años 70).

sábado, 2 de enero de 2021

Recordando a María José Urrusola


María José Urrusola fue una activa feminista y educadora. Profesora de Filosofía y Ética, era también miembro del Partido Feminista de Euzkadi y fue Asesora de Coeducación durante 10 años en los Centros de Orientación Pedagógica y Centros escolares de Bizkaia. Murió en el año 2006. Sus trabajos han sido clave para educar en valores y educar en igualdad. 

     Un año antes de su muerte, en 2005, denunció las críticas contra su “Guía para chicas”, así como las injurias y calumnias contra su persona, que se habían hecho desde la prensa conservadora (ABC, La Razón), el Arzobispado de Toledo, la CONCAPA, y algunas radios y sectores políticos de la derecha. Esta campaña hizo que el Gobierno regional de Castilla-La Mancha suspendiera la utilización de la “Guía para Chicas” de Mª José Urruzola en los Centros Docentes. La fuerte polémica provocada por esta decisión y los apoyos recibidos por Urrusola hicieron que ganara su última batalla y que el Gobierno de Castilla-La Mancha decidiera seguir distribuyendo sus Guías.

La naturalización de la desigualdad a través de la docencia

 Copio del blog de mi amigo Raúl Ruano una cita del sociólogo francés Pierre Bourdieu que creo que todos los docentes deberíamos leer con atención: 

 "La institución escolar transforma las desigualdades sociales previas en desigualdades naturales. Si yo fuera ministro, la primera recomendación que haría a los profesores sería: no hacer jamás juicios de valor sobre sus alumnos; ustedes no tienen derecho de emplear la palabra 'idiota', ustedes no tienen derecho de emplear la palabra 'estúpido', ustedes no tienen derecho de escribir en el margen 'este razonamiento es imbécil', ustedes no tienen el derecho de decir 'nulo'... Dicho de otro modo, ustedes deben excluir todos los juicios de valor que afectan a la persona. Ustedes podrían decir 'esta tarea no está bien', esta solución es falsa, pero no pueden decir: 'eres nulo para matemáticas', 'tú no estás dotado para las matemáticas'. Los profesores de matemáticas deberían saber y comprender que tienen un poder diabólico de nominación, de constitución que se ejerce sobre la identidad misma de los adolescentes, sobre su imagen de sí y que pueden infligir traumatismos terribles, aún más porque sus veredictos son muy frecuentemente subrayados y reforzados por los padres desesperados y angustiados" (extracto de una entrevista realizada a Bourdieu en Tokio en octubre de 1989 y recogida en el libro "Capital cultural, escuela y espacio social", publicado en castellano por Siglo XXI).

 En "Entre los muros", una reciente película francesa queda reflejado con sinceridad y sin idealizaciones el conflicto en las aulas, aunque tenga un final algo desconcertante.

  Por cierto, al final de este tráiler, una estudiante "confiesa" orgullosa al profesor haber leído "La República" de Platón, un libro, una temática, hacia la que su condición social no parecía destinarla; que, probablemente, casi nadie creería que pudiera interesarle.

Pippi Calzaslargas y la represión cultural del franquismo


       Cuando hablábamos en clase de las normas y convenciones morales o sociales, me acordé de un personaje literario y televisivo infantil que destacó en su época por su anticonvencionalismo e imaginación. Con treinta años de retraso respecto a la aparición en su país de origen, Suecia, las pantallas de TVE emitieron, en el último año del franquismo, las aventuras de Pippi Calzaslargas, que muchos recordaréis.       

  Su emisión provocó las cartas de protesta de muchos padres, y la prensa y revistas de la época se hicieron eco de la polémica. Esta niña pelirroja fue creación de la escritora Astrid Lindgren (Premio Andersen de Literatura infantil). Pero ciertos sectores la consideraban un mal ejemplo para la infancia española, pues no acudía a la escuela y vivía sola (con su mono "Señor Nilsson", y su caballo "Pequeño tío") alejada de la tutela adulta. 

    En una encuesta del diario ABC (23/2/1975), muchos maestros consideraban sus aventuras como antipedagógicas y antimodelos de urbanidad. Hasta la pobre Heidi era denunciada por vivir “alejada de la civilización (la escuela y la ciudad), en la libre naturaleza". En esta época todavía regía la Ley de Prensa de 1966, la famosa Ley Fraga, que en su artículo 15 dedicaba atención al estatuto especial de la Literatura infantil y juvenil, al que atribuía un carácter independiente con respecto a las demás actividades editoriales. En el Decreto de 19 de enero de 1967, se establecían una serie de prohibiciones que afectaban a estas publicaciones: 

“Exaltación o apología de hechos o conductas inmorales; presentación escrita o gráfica de escenas o argumentos que supongan exaltación o justificación de comportamientos negativos, o defectos o vicios individuales o sociales, o en que se resalte el terror, la violencia, el sadismo, el erotismo, el suicidio, la eutanasia, el alcoholismo, la toxicomanía o demás taras sociales”, “narraciones fantásticas imbuidas de superstición científica que puedan conducir a sobrestimar el valor de la técnica frente a los valores espirituales”, “atentado a los valores que inspiran la tradición, la historia y la vida española”, etc. 

    Con esta campana de cristal para la infancia, los editores dedicados a la edición de libros infantiles “llegaron a la conclusión de que la pretensión censora era apartar al niño o al joven de todo aquello que pudiera parecer inteligente” (Cisquella G. y otros, La represión cultural en el franquismo. Diez años de censura de libros durante la ley de Prensa (1966-1976). Anagrama, Barcelona, 2002, p. 125). Para estas publicaciones, la autorización administrativa sí pasaba por una censura previa (art. 22), y ésta era doble, la de la Comisión de Información y Publicaciones Infantiles y Juveniles (presidida por el padre Vázquez, sacerdote dominico), y la del organismo censor general.

Bourdieu y las "pequeñas miserias" de la escuela

 RESEÑA 

Pierre Bourdieu (dir.), La miseria del mundo, Akal, Madrid, 1999. 


    Este libro colectivo supone una mirada comprensiva sobre testimonios de hombres y mujeres en relación con sus existencias y sus dificultades de vivir. El sociólogo francés Pierre Bourdieu denuncia en su introducción a los que instituyen la “gran miseria” como referencia cotidianamente utilizada, con fines de condena (“No tienes que quejarte”) o de consuelo (“Sabes que hay quienes están mucho peor”), frente a la “miseria de posición”. Además, señala que:

 “Instituir la gran miseria como medida exclusiva de todas las demás significa prohibirse percibir y comprender toda una parte de los sufrimientos característicos de un orden social que, sin duda hizo que aquélla retrocediera (de todas formas, menos de lo que suele decirse) pero que, al diferenciarse, también multiplicó los espacios sociales (campos y subcampos especializados) que brindaron las condiciones favorables para un desarrollo sin precedentes de todas las formas de la pequeña miseria”. 

     En el capítulo que dedica a “los excluidos del interior” se presta atención al sistema de enseñanza. Señala que, frente a la eliminación precoz y brutal que practicaban las instituciones de enseñanza secundaria sobre los hijos de las familias culturalmente desaventajadas en los años cincuenta, su “democratización” ha producido paradójicamente una devaluación de los títulos y una diversificación de sus ramas (que reorientando y seleccionando al alumnado, aplica prácticas de exclusión más suaves, inadvertidas, y por ello con un mayor efecto de legitimación social): 

“La escuela excluye, como siempre, pero en lo sucesivo lo hace de manera continua, en todos los niveles del cursus..., y conserva en su seno a quienes excluye, contentándose con relegarlos a las ramas más o menos desvalorizadas. (...)Obligados por las sanciones negativas de la escuela a renunciar a las aspiraciones escolares y sociales que la escuela misma les había inspirado, y forzados, en una palabra, a bajar sus pretensiones, arrastran sin convicción una escolaridad que saben sin futuro”. 

    Esto se traduce en la pérdida de la antigua adhesión de las familias populares hacia la institución escolar, reflejado en signos como la pérdida del antiguo respeto a los profesores, la resignación desencantada, o los hábitos y vestimenta del alumnado, que parecen querer recordar que la verdadera vida está en otra parte. En algunas entrevistas recogidas en el libro se describe el universo anónimo y frío del Liceo (frente al colegio), la sensación de anonimato (fortalecida por el incremento de alumnado en las aulas), las normas de exigencia más elevadas, la nueva jerarquía de materias. En el Liceo domina la lógica de la selección, produciéndose un deterioro de las relaciones del alumnado con los docentes. Por otra parte, éstos últimos denuncian las presiones y medidas administrativas que pretenden mejorar los resultados escolares, sin enfrentarse a una verdadera mejora de las posibilidades, una lucha contra las desigualdades sociales que perpetúa el actual sistema de enseñanza: 

“De tal modo, mantener en ésta (la escuela) a quienes antaño habrían sido “excluidos” sin crear al mismo tiempo las condiciones de una acción educativa eficaz dirigida a alumnos que dependen más de la escuela para adquirir todo lo que ella exige, implica hacer surgir dificultades de todo orden, capaces de deteriorar las condiciones de trabajo de los docentes sin mejorar realmente la suerte de los alumnos”. 

    Con ello se consigue mantener a muchos alumnos, durante más tiempo en el colegio, en una situación de fracaso, generadora de pasividad o violencia. 

     Otro aspecto interesante es la introducción de la ley del mercado en el sistema escolar, el desarrollo de medidas de “descentralización” y competencia entre las instituciones que engendra nuevos círculos viciosos: una diversificación e individualización de la enseñanza que no menciona las condiciones materiales necesarias para un cambio semejante; una “autonomía” que propone a los equipos educativos resolver por sí mismos los problemas producidos por esas políticas centrales, oponiendo de manera maniquea los centros y profesorado “de excelencia” en los que existe la “voluntad de avanzar a toda marcha”. Curiosa forma ésta de “minimizar las dificultades o imputarlas así a quienes las viven”, contribuyendo a “la desmoralización de aquellos que sufrieron un mayor deterioro de las condiciones de ejercicio de la profesión”. Esta torcida estrategia de privilegiar las capacidades y compromisos de los agentes de la escuela (“la ética del esfuerzo” en el alumnado o “el compromiso del profesorado en los programas de calidad”) acaba convirtiéndose en otra forma de culpabilizar a las victimas. 


Bourdieu y la reproducción social en la escuela.


Entrevista al importante sociólogo francés Pierre Bourdieu en la que reflexiona sobre su teoría de la reproducción social en la escuela. Interesante análisis del papel del origen social y el "capital cultural" del alumnado en relación con el éxito y el fracaso escolar. 

 

Nuevas prácticas filosóficas

 RESEÑA sobre José A. Antón, “La Filosofía en el sistema educativo francés y las nuevas prácticas filosóficas: republicanos y pedagogos”, Paideía, nº 83, 2008, pp. 389-408

  Existe, al parecer, un escaso interés por la didáctica de la filosofía entre los profesores españoles. No así en Francia, donde desde 1977 se desarrollan las denominadas Nouvelles pratiques philosophiques, desde la enseñanza primaria, incluso en la maternal. Su punto de partida se sitúa en el proyecto de Filosofía para niños de Mathew Lipman iniciado en EEUU en 1969, proyecto extendido al mundo francófono a principios de los 80 en Québec y hacia mediados de esa década en Bélgica. 

    Algunos ejemplos de este fenómeno, casi siempre al margen del mundo académico son los café-philo, los talleres y seminarios filosóficos, las universidades populares, las consultas filosóficas... Los café-philo han sido en Francia el detonante de estas nuevas prácticas, sirviendo en ocasiones de “banco de pruebas para el desarrollo de metodologías en relación con los debates y diálogos filosóficos en el aula, así como de estímulo en la reflexión pedagógica en general y de la didáctica filosófica en especial” (p. 395). 

    Según algunos de sus defensores (Tozzi), el estatuto privilegiado de la escritura hace derivar la filosofía hacia el estudio de textos en detrimento de la discusión..., la palabra queda identificada con el ámbito de la autoridad del profesor, transmisor del saber. Y subrayan, creo que con acierto, que la interacción verbal es también fuente de aprendizaje. Por ello, sería necesario profundizar más en las transferencias entre habla y escritura para reforzar los aprendizajes. 

     El marco teórico general de estas prácticas es el modelo constructivista en psicología, hacia donde se dirigen algunas de las críticas. Así, para el sociólogo francés P. Bourdieu (Les heritiers) hay que desconfiar de la pedagogía científica como presunta emancipadora: 

“... Las pedagogías actuales que, sin otro fundamento que el psicológico, sirven de hecho a un sistema que ignora y quiere ignorar las diferencias sociales (...); acrecentando en apariencia la racionalidad formal de la enseñanza, (la pedagogía científica) permite que las desigualdades reales tengan más peso y justificación que nunca”. 

    Sin olvidar esta seria advertencia, este enfoque sí puede tener la virtud de atender mejor al proceso de construcción del aprendizaje en el alumnado. Como señala J. Rancière:

“Creer que aprenden (los alumnos) cuando yo enseño, que serán capaces de filosofar porque yo filosofo ante ellos, que comprenden porque explico claro, que sabrán hacer porque yo se lo he enseñado, que saben corregir porque les enseño el error (...). En todos estos casos lo que yo estoy haciendo es tomar mi actividad por la suya y no comprender cómo funcionan ellos intelectualmente” (J. Rancière, Le Maître ignorant, Fayard, 2004, p. 30). 

     El artículo incluye interesantes indicaciones de cómo hacer de un debate algo filosófico y sobre los modelos de debate. También apunta a la Educación para la Ciudadanía como una asignatura ideal para extender estas prácticas. Continuaremos prestando atención a estas Nuevas prácticas filosóficas en otras reseñas y comentarios. En El País, J. Vidal Beneyto ha escrito sobre el tema de los cafés filosóficos.

Cine y literatura: Léolo (1992)


 En el film canadiense "Léolo" (1992), de Jean Claude Lauzon, el personaje es un niño que recurre a la lectura del único libro que hay en su casa, y a emborronar continuamente páginas, para escapar de la locura de su familia. En una escena del comienzo, mientras Léolo lee por la noche con la luz de la puerta abierta del frigorífico, su voz en off hace estas reflexiones sobre la lectura: 

"No intento recordar las cosas que ocurren en los libros. Lo único que le pido a un libro es que me inspire energía y valor. Que me diga que hay más vida de la que puedo abarcar. Que me recuerde la urgencia de actuar... Era el único libro que había en la casa. Nunca supe cómo había ido a parar allí. Era gordo. Las palabras se amontonaban y exigían gran concentración para desvelar sus secretos. En casa nunca vi a nadie leer o escribir. La tele y los carteles publicitarios invadían mi mente. Al principio sólo leía las frases subrayadas sin entender demasiado. Recuerdo haber querido dejarlo porque no tenía ilustraciones... Porque sueño, yo no lo estoy (loco)". 

Esta escena puedes verla al final del siguiente fragmento de la película: 

 La escritora inglesa Virgina Woolf (1882-1941) también escribió esta bonita historia sobre la lectura:  

He soñado a veces que cuando amanezca el día del juicio final, y los grandes conquistadores y abogados y juristas y gobernantes se acerquen para recibir su recompensa, el todopoderoso, al vernos llegar con nuestros libros bajo el brazo, se volverá hacia Pedro y dirá, no sin cierta envidia: "Míralos; esos no necesitan recompensa. No tenemos nada que darles. Les gustaba leer".