lunes, 6 de noviembre de 2017

Sobre la escuela y la gestión moderna del trabajo.

La socióloga francesa Danièle Linhart ha analizado la evolución moderna de la gestión del trabajo y sus efectos sobre la descualificación y precarización del trabajo en nuestros días. Creo que en el texto que hemos entresacado de su artículo "Del taylorismo a la gestión moderna: una continudad sorprendente" también reconocemos problemas que son fácilmente reconocibles en nuestros centros educativos:
Para acelerar la renuncia de los trabajadores y trabajadoras a hacer vivir y utilizar sus conocimientos, su oficio, y su adhesión a los métodos puestos al día por los expertos en función de los criterios determinados por la eficacia que se quiere lograr, las direcciones practican políticas de cambio permanente que obligan a las plantillas a “salir de su zona de confort”, como explicitan algunos gestores. Efectivamente, se trata de adaptar las empresas a un contexto que cambia a toda velocidad pero, también, de acelerar la obsolescencia de las experiencia de los trabajadores y trabajadoras.
Esto se hará mediante incesantes reestructuraciones, la reorganización sistemática de los servicios, la recomposición continua de los oficios, la fusión de departamentos, las externalizaciones seguidas de reinternalizaciones, con la  redefinición  de  objetivos,  la  imposición  de  una  movilidad  sistemática,  el cambio de sistemas, desmantelamientos…; en resumen, un montón de transformaciones. Cuando todo cambia sin descanso, la gente cada vez se reconoce menos en su trabajo, en su empresa, con sus colegas. Tiene el sentimiento de que ya no domina su entorno de trabajo y, más grave aún, que no domina su trabajo. Está desestabilizada en sus competencias y en sus conocimientos. Se sienten en un ambiente hostil, se tienen que adaptar permanentemente, descubrir las modalidades necesarias para dominar su actividad. Con esta política de reformas sistemáticas, los individuos en el trabajo están en una situación permanente de desaprendizaje y reaprendizaje. A menudo, en las entrevistas, afirman tener el sentimiento de alcanzar un determinado grado de incompetencia; ellos que, antes que nada, aspiran a ser verdaderos y buenos profesionales.

Helos ahí, pues, desposeídos al mismo nivel que los obreros de Taylor, de los recursos que podrían ser fuente de poder para la empresa, que podrían legitimar su pretensión de hacer valer su punto de vista sobre el desarrollo de su trabajo.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

"Salir de la zona de confort" y otras pamplinas.

Al igual que en muchas empresas, hoy día vemos proliferar en los centros educativos y de formación del profesorado cursos de mindfulness, de liderazgo educativo, de inteligencia emocional... En ellos se fomentan palabras mágicas como liderazgo, emprendimiento, riesgo o ese mantra tan extendido como es “la necesidad de salir de nuestra zona de confort”. Un artículo de Sergio Fanjul aparecido recientemente en la sección de economía del diario El País, reflexiona sobre estas prácticas en el mundo de la empresa (y de la educación):
“Existe una individualización y psicologización creciente”, señala Luis Enrique Alonso, catedrático de Sociología de la UAM y coordinador del grupo de investigación de Estudios sobre trabajo y ciudadanía. “Lo que se busca es la completa adhesión psicológica y que no haya ningún intermediario entre el trabajador y la empresa, que no haya ningún tipo de acción ni identidad colectiva”, dice.

Ese aire de creatividad individualista y modernidad hipster bien podría ser una herencia de la contracultura de los años sesenta asimilada por el capitalismo contemporáneo: la rebeldía individualista antisistema convertida en ambición individualista empresarial, como señalan Chiapello y Boltanski en El nuevo espíritu del capitalismo (Akal). El futbolín en la oficina. “Lo cierto es que hablar hoy día de organización y derechos colectivos suena muy antiguo”, concluye el catedrático, “lo que nos lleva a una especie de darwinismo social propiciado por la precariedad existente. Se enmascara así una lucha encarnizada por los escasos puestos disponibles: sálvese quien pueda”.

“¿Estamos actuando de forma ética en las empresas?”, se pregunta Fernández. “Proliferan los discursos de innovación, pero por detrás cada vez se trabaja más, cada vez hay más disciplina, se sufre más y el consumo de ansiolíticos para soportarlo va en aumento”.

Fuente: https://elpais.com/economia/2017/10/24/actualidad/1508848045_385114.html