martes, 4 de octubre de 2016

Carta sin respuesta a la Inspección educativa. 2ª parte (y final)


A la atención de la Inspección educativa.

Estimado Sr.:
Después de más de dos meses de inútil espera de una respuesta a las consultas que le dirigí respecto a las consideraciones que incluían la reclamación recibida en junio, y que afectaban a los criterios de evaluación que vengo aplicando en mi labor docente, me dirijo a usted para manifestarle que considero que en la actuación de esta Inspección (incluyendo al inspector jefe y al delegado) ha habido dejación de sus funciones de asesoramiento, y, personalmente, una falta de consideración y respeto como trabajador (muy diferente al menos a la consideración que yo utilicé al dirigirme a ustedes). Además, y por esto especialmente me dirijo a ustedes ahora, esta reclamación, como ya ha pasado en otros centros, ha producido algunos “daños colaterales”, al convertirse sus consideraciones en nueva “normativa ad hoc” para el funcionamiento de nuestros Centros educativos.
Esta reclamación partía, en su origen, en el airado desacuerdo manifestado por un padre con mi criterio de evaluar negativamente a su hijo por falsificar sus pruebas escritas. Pero es mucho peor el hecho de que ahora estén haciendo ustedes de su criterio, una orientación o protocolo de actuación para futuras falsificaciones en los exámenes (así se ha transmitido desde esa Inspección a nuestro Equipo Directivo), haciendo que esta falta de honestidad académica sea directamente ignorada en la evaluación del alumnado. Según estas orientaciones, debemos valorar como no presentado al alumno/a que falsifique una prueba (induciendo a la falsedad en un documento público); y, además, en caso de evaluación final, no considerar la prueba escrita y, a diferencia de sus compañeros, valorar “sólo las actividades propuestas y la labor o el progreso desarrollado durante el curso”. Habría que explicar en esto último, según mi humilde opinión, tanto a padres como al alumnado, dónde queda para ustedes la honestidad académica, la igualdad de oportunidades y la objetividad evaluadora.
Por todo ello, y al quedarme sin saber qué justificaciones pedagógicas o normativas fundamentan sus resoluciones -y porque creo que debe prevalecer el interés del aprendizaje y evaluación objetiva del alumnado- seguiré aplicando (siempre en revisión crítica y en diálogo con mi alumnado) criterios de evaluación que valoren la honestidad y el trabajo diario y participativo.
Sin más que añadir, se despide atentamente...

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