sábado, 28 de abril de 2012

Sobre el horario lectivo del profesorado

Es interesante el artículo Falta de educación,.de Concha Caballero en El País, en el que, en torno al debate sobre el horario lectivo del profesorado, señala que el horario lectivo del profesorado español es de los mayores de la UE y la OCDE, pero se oculta. Y añade:
 No existe casi ninguna profesión que se lleve la mitad del trabajo a casa. Cuando se cierra el taller, la oficina, la obra o el comercio, los trabajadores no se llevan los materiales para continuar su trabajo en las horas de descanso. No hay ningún oficio en el que el estudio y la preparación del material no se computen como tiempo trabajado o que ni siquiera el tiempo del bocadillo cuente como horario laboral. Si se aplica esta fórmula, los futbolistas solo trabajan los 90 minutos del partido y los redactores el tiempo justo que están ante las cámaras. No hay ningún oficio en el que no cuenten para nada los traslados, ni las horas extraordinarias dedicadas a actividades o acompañamiento de alumnos. No hay una sola profesión que no ofrezca los instrumentos de trabajo gratis excepto en la enseñanza, desde el boli rojo, al bloc de notas, el ordenador portátil o el pendrive sempiterno que nos acompaña como una cruz laica.
Desde otra perspectiva, en relación con la revisión de los tiempos del profesorado en la crisis actual, el sociólogo Mariano Fernández Enguita, en su Cuaderno de campo, ha señalado lo siguiente:
Las actuales medidas de los gobiernos autónomos conservadores en este terreno pueden considerarse malas en sí mismas, pues, rebus sic stantiubus, debilitan el trabajo preparatorio del profesor. No es menos cierto, sin embargo, que están dentro de la legalidad y que los horarios lectivos se habían venido reduciendo de hecho sin ninguna contrapartida asegurada por parte del profesorado, es decir, permitiendo a unos hacer mejor su trabajo y a otros trabajar menos. Quizá quepa aprovechar el momento (nunca dejes escapar una buena crisis) para discutir a fondo las condiciones de trabajo y el compromiso profesional de los docentes.
Y sugiere algunas ideas: 
Pero sí creo que debería reducirse la presencia en el aula al paso de la edad del profesor, salvo que no lo desee y pueda mantenerla; que los profesores más concienzudos e innovadores en la preparación de su trabajo deberían ser incentivados con mas tiempo para prepararlo (con la condición de compartir sus resultados) y que el trabajo con grupos o en centros más difíciles debería ser apoyado con una distribución del tiempo con menos presencia en aula y más horas de preparación (esto podría organizarse con carácter general, lo que sin duda daría lugar a perversiones sindicales, desde arriba, lo que podría provocar arbitrariedades, o desde abajo, como una subasta: si 3º de la ESO es más difícil para los profesores que 4º, quien quiera 4º debe ofrecer más horas propias de trabajo presencial, pongamos que un 10% más vigilando el recreo, para hacerse con él y quien se quede con 3º se beneficiará de la rebaja correspondiente). Pero, insisto, no sé cuál ha de ser en cada caso el balance adecuado entre horas en el aula y resto. Si sé, por supuesto, que una clase será mejor cuanto más tiempo se dedique a prepararla... suponiendo que efectivamente se haga.

Bibliotecas escolares. Día del libro

Esta semana hemos celebrado el Día del Libro. En el grupo de trabajo de la biblioteca de mi centro hemos estado ocupados realizando algunas actividades. Los compañeros hemos recordado los años que llevamos formando el grupo, el estado en el que nos encontramos la biblioteca cuando llegamos al Centro, y la falta de interés de la administración educativa por las bibliotecas escolares.
Sólo en los últimos años hubo un presupuesto y cierto impulso administrativo, pero parece que, otra vez, todo volverá al abandono anterior, a la espera de que algunos profesores y profesoras puedan dedicar voluntariamente parte de su tiempo a mantener y hacer crecer las bibliotecas escolares, y, lo que es más importante, la lectura entre nuestro alumnado. Hay algunos buenos lectores, aunque son todavía muchos nuestros alumnos que no han sentido el placer de la lectura. Tenemos muchos proyectos que no terminan de concretarse, pero somos muy pocos y mucho el trabajo: potenciar las bibliotecas de aula, la maleta viajera, acceso a la base de datos por internet, boletín de la biblioteca...
Aunque hemos introducido las nuevas tecnologías en nuestra biblioteca, el libro de papel sigue siendo por ahora el dominante. Hemos ido adaptando nuestra biblioteca, enfocándola a los gustos de nuestros lectores, ampliando la sección de literatura juvenil, del cómic y los recursos multimedia asociados a la lectura.

Este curso hemos recogido en la hoja informativa dedicada al Día del Libro, las palabras que el poeta Federico García Lorca dijo al inaugurar la biblioteca de su pueblo (Fuente Vaqueros, septiembre 1931):

No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social. Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros? ¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: “amor, amor”, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: “¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!”. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.
Recientemente, en el diario El País, el escritor Enrique Vila Matas, pedía en su artículo titulado Melville y su chimenea, frente a los que anuncian el final del libro impreso, que "un día ese potente invento de la humanidad que es el libro impreso sea valorado como merece y regrese al centro de la escena. Nunca nos vamos a rendir. Con nuestras bibliotecas nunca podrán. Por eso en ocasiones aún se nos ve situarnos “detrás de la actualidad” y, en medio de la sombría indiferencia del entorno, oponernos con una suave sonrisa a la revolución del libro electrónico, plantar cara a la “tremenda necesidad de mejoras”...

sábado, 21 de abril de 2012

La educación al servicio del mercado del trabajo

Intentar conectar la educación con el mundo del trabajo, como han intentado distintas pedagogías ligadas al movimiento obrero, no es lo mismo que ligar la educación con el "mercado de trabajo" o con el empleo. No debemos confundir trabajo con empleo renumerado, ni con la sociedad salarial, que son meras formas históricas de esta actividad necesaria que hemos llamado trabajo (Paco Puche, Decrecimiento y ocio, 2010). Además, la actividad laboral debería ser productiva, pero también autorrealizadora y socializante.

Nuestro modo de vida capitalista no solo secuestra nuestro tiempo de vida en un trabajo en muchas ocasiones alienante, sino que también existe un capitalismo cultural que ocupa nuestros cerebros con contenidos prefabricados, dentro de unos medios de comunicación y productos de entretenimiento en los que ha ido aumentando su concentración oligopólica en unas pocas grandes empresas. Nos invitan a trabajar sin descanso y a divertirnos sin parar, convirtiéndonos en consumidores siempre insatisfechos.
Pero nos faltan otros tiempos para la vida: para el pensamiento, para deliberar, discutir y fomentar el asamblearismo local, para nuestros afectos, para el juego, para gozar de la naturaleza, para la belleza y el conocimiento, para la rebelión y la disidencia...

Señalaba Lafargue en su Derecho a la pereza que la obsesión por el trabajo en la sociedad capitalista sólo nos precipitaba "a las crisis industriales de superproducción que convulsionan el organismo social". Algo así ha pasado en España, afanándonos en construir y construir viviendas que ahora nadie habita y que han arruinado a sus promotores. "El sobretrabajo realizado durante el periodo de la pretendida prosperidad -añadía Lafargue- es la causa de la miseria presente... En lugar de aprovechar los momentos de crisis para una distribución general de los productos y un regocijo universal, los obreros, reventando de hambre, van a dar cabezazos a la puerta del taller". La máquina se convierte en instrumento de servidumbre, su productividad nos empobrece. El obrero debe competir con la máquina, redoblando su ardor.
Quizás hoy deberíamos también lanzar esta plegaria de Lafargue:
¡Oh, Pereza, ten piedad de nuestra larga miseria! ¡Oh, Pereza, madre de las artes y de las nobles virtudes, sé el bálsamo de las angustias humanas!

Kropotkin, por otro lado, afirmaba:
“El exceso de trabajo repugna a la naturaleza humana, pero no el trabajo. El exceso de trabajo para proveer a una minoría los lujos, pero no el trabajo que origina el bienestar de todos. El trabajo, la labor, es una necesidad psicológica; la necesidad de gastar la energía física acumulada; una necesidad que es en sí la salud y la vida. Si tantas clases de trabajo útil son hechas ahora de mala gana, es únicamente porque imponen un exceso de trabajo o no están bien organizadas. Nosotros sabemos -el viejo Franklin lo sabía también-, que cuatro horas de trabajo útil por día son más que suficientes para que todo el mundo pueda gozar del bienestar de una casa, de una familia verdaderamente acomodada de la clase media, si todos nosotros nos dedicáramos a un trabajo productivo y no derrochásemos nuestras fuerzas productivas, como hacemos ahora. En cuanto a la cándida cuestión que desde unos cincuenta años se viene sosteniendo de ¿quién hará el trabajo desagradable?, yo lamento francamente que ninguno de nuestros sabios se haya visto obligado a hacerlo, aunque fuera tan solo por un día. Si hay todavía trabajo que es desagradable en sí, es únicamente porque nuestros científicos no han querido pensar en los medios para hacerlo menos desagradable; han sabido siempre que había una multitud de hambrientos que harían aquellos trabajos por unos cuantos céntimos al día”

domingo, 1 de abril de 2012

Política de estándares para el control de los centros

El título de esta entrada es el de un artículo de Jurjo Torres aparecido en Cuadernos de Pedagogía hace ya tiempo (nº321, pp. 77-82). En él se decía lo siguiente respecto a la creciente influencia política de estudios comparativos interculturales como el Informe Pisa:
(Las actuales políticas de indicadores de evaluación de los centros) no atienden, según Jurjo Torres, "a otros objetivos de las instituciones escolares como el tipo de socialización del alumnado, su nivel de desarrollo como ciudadanas y ciudadanos, el grado en que se asumen responsabilidades sociales y políticas, el estado de su autoestima, su nivel de solidaridad, su grado de conciencia ecológica...".
Como señala Jurjo Torres, ¿cómo se evalúa con inicadores la capacidad crítica del alumnado? ¿Y la potenciación del ámbito de los valores? En este tipo de evaluación cerrada "se va contra concepciones abiertas del currículo, contra los modelos constructivistas". Se trata de establecer, en los estándares de las pruebas de diagnóstico, cuestiones cerradas que faciliten la evaluación. Con ello se intenta resolver la dificultad de evaluar las preguntas abiertas que son la base de todos los ámbitos del saber. Se plantea un saber cerrado cuyos contenidos hay que saber reproducir con exactitud.

El profesorado referente

En un curso para el profesorado, en una de las actividades se nos planteaba la siguiente cuestión:
Intenta recordar a algún profesor o profesora que tuviste y que, de algún modo, fue un referente de singularidad para ti.
Y esta fue mi respuesta:
Recuerdo a muchas profesoras y profesores que han sido, en algún momento, referentes de singularidad: por su afecto, por su trato amable, por el rigor en su trabajo y la comprensión de nuestros errores, por no perder la paciencia, por animarnos cuando fallábamos, por escucharnos, por aparecer siempre alegre cuando siempre veíamos caras serias y amenazantes, por arreglarse cuando venía a clase como si fuera a una fiesta, por conocer todos nuestros nombres y recordar cada detalle de nuestro trabajo, por ayudarnos a escapar de rutinas y programaciones oficiales, por enseñarnos cosas que la escuela no consideraba de interés ni evaluables, por acompañarnos de excursión, por seguir acordándose de nosotros después de tantos años...
No han sido todos, pero sí han sido muchos.